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Introducción
La palabra “templo” deriva del latín templum, que significa un lugar descubierto que permite una visión de la región circundante. En un sentido más estricto significa un lugar sagrado para la Divinidad, un santuario. En la Biblia el santuario de Jerusalén lleva el nombre hebreo de Bet Hamikdash (casa de Yahweh). El edificio sagrado consistía en dos salas principales, una llamada hekal (casa o templo), o godes (el Santo), y la otra debir (que es el oráculo), o godesh haggodashim (el Santo de los Santos). El Nuevo Testamento la llama oikos, “la casa”, ouaos, en latín, cella, “el lugar más sagrado del templo” y hieron, “el conjunto del recinto sagrado”. El templo que Salomón erigió a Yahweh hacia el 966 antes de Cristo fue destruido por Nabucodonosor el 596 antes de Cristo. Tras la vuelta de la cautividad Zorobabel lo levantó de nuevo de sus ruinas (537 antes de Cristo), pero en tan modestas condiciones que los ancianos que habían visto el antiguo Templo lloraban.
En el décimo octavo año de su reinado, que corresponde al 19 antes del Mesías, el rey Herodes reconstruyó el Templo de Zorobabel para reemplazarlo por otro que posiblemente igualaría, en esplendor, al de Salomón.
Muchos escritores admiten tres templos materialmente diferentes: Ahora bien, como el profeta Ageo (Vulgata 2,10) dice del de Zorobabel: “Grande será la gloria de esta casa, la de la segunda mayor que la de la primera”, a causa de la venida del Mesías (versículos 8-9), . Otros afirman que la obra de Zorobabel no fue destruida completamente sino reemplazada gradualmente por un templo aparentemente mucho más grande y rico (Josefo, “Ant Jud.” ed. Dindorf, XV, XI, 2) y consiguientemente admiten sólo dos templos materialmente diferentes.
Toda la dificultad desaparece si elegimos a los Setenta en vez de a la Vulgata. El profeta ya ha preguntado: “¿Quién queda entre vosotros que haya visto esta casa en su primer esplendor?” (2, 4). Según los Setenta luego dice: “La gloria final de esta casa será mayor que la primera”. Para el profeta, por tanto, había sólo una y la misma casa de Yahweh desde Salomón al tiempo del Mesías, construida siempre en el mismo lugar y según el mismo plano, el del Tabernáculo.
Podemos por tanto admitir tres templos diferentes y este artículo describirá: I. El de Salomón; II. El de Zorobabel; III El de Herodes.
Templo de Salomón
Historia
Por orgullo David había ordenado el recuento de su pueblo, en castigo de lo cual Dios diezmó a los israelitas con una epidemia. Un día el rey vio cerca de la era de Ornán (Areuna) el jebuseo un ángel que estaba a punto de herir a la gente de la ciudad, después de lo cual David se humilló ante el Señor, quien le perdonó y detuvo la plaga. El rey se apresuró a comprar la propiedad del jebuseo por cincuenta siclos de plata y construyó un altar en la era, sobre el cual ofreció holocaustos y ofrendas de paz (2 Samuel, 24). Esta colina, que es el Monte Moria (2 Crónicas 3,1) del Génesis (22,2) estuvo desde entonces destinada a ser el emplazamiento del Templo de Yahweh, para el que David había amasado ya grandes tesoros, pero cuya construcción se reservaba a Salomón. Como hasta entonces los hebreos no habían cultivado las artes, Salomón se dirigió a Hiram, rey de Tiro en Fenicia, para conseguir constructores y obreros hábiles en la piedra, metal y la madera de cedro y ciprés del Líbano. Tras siete años y medio de trabajo, el rey pudo dedicar solemnemente el templo del Dios verdadero.
Junto al recinto sagrado construyó después grandes edificios, entre los cuales la Biblia hace mención especial del palacio del rey, el de la reina, hija del Faraón, la casa del bosque, el pórtico del trono y el de las columnas.
Emplazamiento
El Monte Moria, que se extiende de norte a sur, es un largo espolón o promontorio, lindando al norte con el Monte Bezetha y limitado al este y al oeste por dos estrechos valles que se juntan en su extremidad sur (ver Jerusalén). Entre sus dos empinados declives la cima de la colina sólo permite un estrecho espacio para edificaciones, y para asegurar un adecuado emplazamiento para el Templo, los patios, y los palacios reales se construyó una plataforma levantando muros de sostén de bellas piedras cuidadosamente labradas que medían ocho o diez codos (1 Reyes 5,17; 7,9-10). Según la tradición judía el Templo estaba en el punto más alto del Monte Moria, mientras que las habitaciones reales se construyeron al sur de su recinto y en un nivel más bajo.
Se admite generalmente que la “roca sagrada” en el centro de la Mezquita de Omar (ver Jerusalén) constituía la base del altar de los holocaustos en el Templo de Jerusalén. En esta colina, según una antigua tradición, Abraham se dispuso a sacrificar a su hijo Isaac; aquí, junto a la era de Ornán, el ángel exterminador volvió a guardar su espada en su vaina; y en esta era, que según la costumbre estaba situada en el punto más alto, erigió David un altar al Señor. Si esta roca prominente fue constantemente preservada en las diversas reconstrucciones de la plataforma debe haber sido por sus asociaciones. Además, se corresponde con todos los requisitos de Éxodo (20,24 y s.) para el altar de los holocaustos. Es una roca de piedra caliza, sin labrar e irregular, de cincuenta y ocho pies de largo por cuarenta y cinco de ancho, y que sobresale tres o cuatro pies por encima del suelo. Además, casi en el nivel superior de su superficie hay un agujero por donde se cree que la sangre y el agua de las abluciones fluía en la cavidad inferior para ser llevada por un conducto subterráneo al valle del Cedrón. La Mishna (Yoma, II,I) afirma que bajo el altar de los holocaustos había un canal de esta clase. Admitido este punto, la “roca sagrada” servirá como señal para descubrir el sitio exacto de la casa de Yahveh, porque esta última se abría hacia el este, enfrente del altar de los holocaustos y consiguientemente al oeste del patio de los sacerdotes que contenía el altar.
Las principales fuentes de información relativas al plano, construcción y adorno del Templo son, en primer lugar 1 Rey. 6,7; luego el relato paralelo de 2 Crón. 3 y 4, que tiende a magnificar inconmensurablemente las dimensiones. El profeta Ezequiel describió el Templo a la luz de una visión celestial, y aunque su descripción es simbólica concuerda en sus rasgos esenciales con la del Libro de los Reyes; según todas las apariencias describen la casa del Señor tal como la vio mientras realizaba sus tareas sacerdotales. La información suministrada por Josefo y el tratado Middoth de la Mishná inspira menos confianza; parece basada más bien en el Templo de Herodes que en el de Salomón. En realidad sólo poseemos una breve descripción del primer Templo y los términos técnicos utilizados por la Biblia no son siempre fácilmente inteligibles en los tiempos actuales; de ahí que haya una gran diversidad de opiniones entre los autores que han intentado reconstruir el Templo de Salomón en sus detalles arquitectónicos.
Arquitectura y medidas
Salomón reprodujo en materiales sólidos y proporciones dobles el Tabernáculo que Moisés había construido en el desierto (Sabiduría 9,8), cuyo entero plano estaba por tanto esbozado (Éxodo, 26, 36). Con respecto al estilo adoptado por los arquitectos fenicios simplemente sabemos que en ese periodo la arquitectura de todos los pueblos semíticos era muy similar a la de los egipcios. Un codo tenía la anchura de seis manos o veinticuatro dedos y era igual a un pie y cinco pulgadas y tres cuartos; la anchura de un codo real era una mano (tres pulgadas) más. El codo menor de seis manos, o veinticuatro dedos, existía en el imperio oriental, pero era algo más largo, al ser igual a un pie y siete pulgadas y un tercio.
La anchura del codo real era igualmente mayor, siendo igual a un pie y nueve pulgadas y un sexto. Ahora bien a juzgar por las excavaciones hechas en Taanath y Megiddo en Palestina, el codo real de Babilonia, introducido por la larga dominación caldea, era el único en uso en es época (Benzinger, “Hebr. Archaologie”, 190). Es probable que en la época de la Cautividad de Babilonia sólo estuviera en uso el codo pequeño, de ahí que el autor sagrado (2 Crón. 3,3) dé las dimensiones del Templo por la “primera medida”, o codo antiguo, y Ezequiel (40,5 y 43,13) añade a cada codo una mano (el antiguo palmo menor, un sexto del codo pequeño) para obtener la longitud dada en el Libro de los Reyes. El codo real babilonio fue por tanto la mesura verissima (Ezequiel, 43, 13) usada en la construcción del Templo de Salomón.
El Santo; el Santo de los Santos
La casa de Dios era de forma rectangular, de sesenta codos de largo de este a oeste por veinte codos de ancho y treinta de alto (1 Reyes, 6, 2; 2 Crónicas, 3, 3). Éstas eran las dimensiones interiores que no incluían el espesor de los muros, como lo demuestran numerosos textos. Este espacio estaba dividido en dos habitaciones de desigual tamaño. La primera, el hekal, o Santo (ver plano, fig. 1) era de cuarenta codos de largo por veinte de ancho. Se entraba por el extremo este por una puerta cuadrada (1 Reyes, 6, 33), de diez codos de anchura (Ezequiel, 41, 2). El marco era de madera de acebuche, con dos puertas de madera de ciprés.
Cada puerta se subdividía verticalmente en dos hojas que se plegaban por medio de bisagras (1 Reyes, 6, 33,34). Al otro lado del departamento había una puerta de forma pentagonal (1 Reyes, 6, 31) con una abertura de seis codos a través de un tabique de dos codos de espesor (Ezequiel, 41, 3-4). Se abría al debir, o Santo de los Santos (2), una habitación que medía veinte codos por lado.
Las dos puertas de madera de acebuche en la puerta se abrían hacia el este y se mantenían siempre abiertas para permitir el paso del aire puro y que el humo del incienso entrara en el interior, pero un velo de lino en violeta, púrpura y escarlata, bordado con querubines, ocultaba siempre * el Santo de los Santos (2 Crónicas, 3, 14), al que entraba sólo el sumo sacerdote una vez al año. En las puertas de las dos entradas Salomón hizo que se labraran figuras de querubines, palmeras y *capullos abiertos revestidos de oro (1 Reyes 6, 32,35). Las paredes del debir y del hekal estaban forradas con planchas de cedro adornadas con calabazas y flores labradas en relieve y profusamente recubiertas de oro. Dentro del debir incluso el suelo de madera de abeto estaba cubierto *con planchas de oro fino y el frente estaba cerrado con* cadenas del mismo metal (1 Reyes, 6, 15).
Cámaras secundarias
Todo el edificio, incluyendo el Santo de los Santos que constituía la parte principal, era de treinta codos de alto. Ahora bien, como el interior del debir era de sólo veinte codos de alto debe haber habido encima de él un espacio de diez codos. La altura del Santo no se indica en la Biblia, pero hay mención de “cenáculos” o cámaras superiores (2 Crónicas, 3, 9); de ahí se infiere que el Santo debe haber sido de la misma altura que el debir *y como él haber tenido encima una cámara de diez codos de alto. El mismo texto nos informa que estas cámaras superiores estaban ricamente adornadas como las de abajo y hay poca duda de que el Tabernáculo se conservaba en la amplia cámara superior (3 Reyes, 8, 4; Crónicas 5, 5) y en la inferior reliquias y recuerdos de la vida en el desierto. Enfrente del *hekal estaba el vestíbulo o pórtico (3) ulam, en griego pronaos, de la misma longitud que el templo pero de diez codos de profundidad sólo (1 Reyes, 6, 3); era un especie de torre majestuosa, que recordaba los pilones de los templos egipcios y que tenía como ellos un amplio corredor sin puertas. El 2º Libro de las Crónicas (3, 4) afirma que su altura era de ciento veinte codos. Pero un pórtico seis veces más alto que largo estaría tan fuera de proporción que muchos exegetas se inclinan a reducir esta cifra a sesenta codos, la altura del pórtico del Templo de Zorobabel. Según Ezequiel los muros eran de seis codos de espesor.
A lo largo de los otros tres lados del santuario se alzaba un edificio dividido en tres pisos (1 Reyes, 6, 5-6), teniendo cada piso treinta habitaciones [Ez., 12, 6; Ant. Jud., VIII, III, 2] (4) La casa de Jehová era tan sagrada que no se permitía que las vigas de cedro que soportaban los techos de las habitaciones laterales se fijaran a las paredes del Templo; de ahí que en los muros del Santo y del Santo de los Santos hubiera tres huecos en los que descansaban los extremos de las vigas. Así, las cámaras inferiores eran de cinco codos de anchura, las del primer piso de seis codos y las del segundo de siete. Cada piso tenía cinco codos de alto. La entrada era por una puerta (5) que abría al sur (1 Reyes 6, 6-8); Ez. (12, 2) menciona otra (6) al norte, lo que sería muy natural. La subida de un piso a otro se hacía por medio de una escalera de caracol (7), y es muy probable que se accediera a las cámaras superiores, o cenáculos, por uno de los pisos del pórtico. En estas estrechas celdas de bajo techo se conservaban los archivos, el tesoro público, los accesorios de culto y las vestimentas sagradas (1 Reyes, 8, 4; 2 Crónicas, 5, 5). De esta manera el Santo y el Santo de los Santos estaban completamente rodeados por imponentes estructuras.
Techos y ventanas
El Templo estaba cubierto con una techumbre formada por vigas y tableros de cedro (1 Reyes, 6, 9). Cualquier superficie amplia que descansa sobre una armazón en vez de sobre arcos de albañilería es inestable y no puede evitar las filtraciones por la lluvia; de ahí que sea nuestra opinión que los techos del templo de Salomón serían inclinados, y los tableros cubiertos con amplias losas. Por lo demás, algunos autores consideran que eran planos. El piso superior del Santo de los Santos, las numerosas habitaciones pequeñas del edificio adyacente, como también el pórtico, estaban provistos de ventanas que tenían fijadas rejas de madera, de las que se hace mención en el texto (1 Reyes, 6, 4). Las paredes del hekal tenían aberturas similares al norte y al sur, al menos en la parte inferior, pero la situación de estas ventanas apenas permitía la entrada de luz en la amplia cámara, que, además, estaba iluminada día y noche por numerosas lámparas. Las ventanas estaban pensadas más bien para permitir la circulación de aire puro y la salida del humo de incienso a las habitaciones laterales. El Santo de los Santos parece no haber tenido ventanas y estaba siempre rodeado de oscuridad (1 Reyes, 8. 12).
Pilares de bronce
Debe tenerse en cuenta que todo el edificio se construyó con hermosa piedra caliza roja y blanca del país, que podía pulirse como el mármol. No podemos creer que un monumento tan suntuoso se construyera sobre la tierra sin cimientos. Además Ezequiel nos dice (12, 8) que descansaba sobre un cimiento de seis codos de alto, que formaba alrededor de él un margen de cinco codos de ancho (8). Se accedía al pórtico por una escalera de diez peldaños [Ezequiel, 40, 49 (9)], lo que en la época antigua era siempre más bien alto. En la parte alta de la escalera sobre los cimientos había dos pilares de metal fundido cada uno de dieciocho codos de alto y doce de circunferencia (1 Reyes, 7, 15). Los pilares eran huecos, pero el metal era de cuatro dedos de espesor (Jeremías, 52, 21). Los capiteles que los coronaban eran de cinco codos de alto, y sus partes superiores estaban modeladas en forma de lirios. Estaban ricamente adornadas con redes, guirnaldas, granadas, follaje, etc., pero pese a los detalles proporcionados por la Biblia (1 Reyes, 7, 16-19; 2 Crónicas, 3, 13-17), es muy difícil reconstruirlos en su verdadera forma. El pilar que estaba a la derecha de la puerta del pórtico (10) se llamaba Jachin, “Él fundará”, y el de la izquierda Booz, “en fortaleza”. No hay mención en el texto de basa o pedestal, pero alguna clase de basamento no habría estado fuera de lugar. Pese a su forma rechoncha estos magníficos pilares recuerdan a los obeliscos ante los pilones de los templos egipcios
Mobiliario
En el hekal, ante la puerta del debir estaba el altar del incienso, un mueble rectangular de madera de cedro, cada lado del cual medía un codo de ancho y dos codos de alto. La madera estaba completamente cubierta de láminas de oro (1 Reyes, 6, 20,22; 7, 48; 1 Crónicas, 28, 18; 2 Crónicas, 4, 19). En el lado norte estaba la mesa en la que se ponían los panes de la proposición cada Sábado. 1 Reyes, 7, 48, habla de sólo una mesa de oro para estos panes sagrados, mientras que 1 Crónicas, 28, 16 y 2 Crónicas 4, 19 mencionan varias, pero el texto ha sido mutilado por el copista, pues en otras partes (2 Crónicas, 13, 11 y 29, 18) hay similar mención de sólo una. Las diez mesas de 2 Crónicas 4, 8 eran las que tenían los candelabros. A cada lado de los patios norte y sur había cinco candelabros de oro puro adornados con flores que sostenían lámparas de aceite doradas, probablemente en número de siete. Las despabiladeras, cuencos, cuchillos, morteros, copas, incensarios y otros recipientes eran igualmente todos de oro puro (1 Reyes, 7, 48-50; 2 Crónicas 4, 8-9; 21-22). El arca de la alianza hecha por Moisés en el desierto, con sus varales, estaba en el debir (1 Reyes, 8, 6). Contenía un recipiente de oro que tenía maná, la vara de Aarón y las dos tablas de la Ley (Hebreos, 9, 4). En los extremos del Arca había dos querubines con las alas extendidas de diez codos de alto, labrados en madera de acebuche y recubiertos de oro. Las alas interiores se juntaban por encima del asiento de la misericordia o cobertura del Arca y las alas exteriores tocaban las paredes
Patio de los sacerdotes
A los lados norte, sur y oeste del edificio había un patio de unos veinte codos de ancho que se extendía frente a la casa una distancia de cien codos por cada lado (Ezequiel, 40, 47). Este era el “patio interior” (1 Reyes, 6, 36), también llamado “patio de los sacerdotes” (2 Crónicas 4, 9), porque sólo ellos entraban en él, y sólo se admitía a los laicos en circunstancias excepcionales (cf. 2 Reyes, 12, 12; Jeremías, 35 1 y s. y 36) (10). Estaba rodeado por un muro de tres filas de piedras pulimentadas y una fila de vigas de cedro (1 Reyes, 6, 36), probablemente colocadas de canto en forma de barandilla. El patio estaba pavimentado con losas de piedra (2 Crónicas, 7, 3) y se entraba en él por tres puertas en los lados norte, sur y este (Jeremías, 38, 14; 52, 24; Ezequiel, 40, 28,32,35), la última era llamada la “puerta del rey” (1 Crónicas, 9, 18). En este patio frente a la entrada del pórtico y a una distancia de veintidós codos estaba el altar de bronce de los holocaustos (1 Reyes 8, 64), que era de veinte codos de largo y ancho y diez codos de alto (2 Crónicas, 4, 1). La subida al mismo se hacía por una rampa que daba al este. Según Ez., 43, 13 y s., el altar consistía en una base cuadrada que medía veinte codos por lado y un codo de alto, con una zanja alrededor del borde; sobre la base había una ancha sección de dieciocho codos por lado y dos de alto, encima de la cual había una segunda sección de dieciséis codos por lado y cuatro de alto. Finalmente venía el harel, “montaña de Dios”, que medía catorce codos por lado y dos de alto. La parte superior del altar consistía en el ariel, “corazón de Dios”, que tenía en cada esquina un cuerno de un codo de alto, y en una sección de un codo de alto rematada por una corona.
Entre el Templo y el altar, pero algo más hacia el sur, estaba el famoso “mar de bronce fundido”, un recipiente “todo redondo”, de altura de cinco codos y diámetro de diez codos. El borde exterior, que era del espesor de una mano (cuatro dedos) estaba adornado con calabazas. Tenía una capacidad de 2.000 bates (1 Reyes 7, 23-26). (La capacidad debe haber sido duplicada por el copista, pues un bate equivale a 36,4 litros; pero el diámetro interior del recipiente en vez de permitir una capacidad de 72.800 litros apenas permite 36.000). El mar de bronce descansaba sobre doce bueyes, igualmente de bronce, que estaban en cuatro grupos, enfrentando los cuatro puntos cardinales. Este magnífico recipiente se utilizaba por los sacerdotes para lavar sus manos y pies a las horas del sacrificio. Junto a cada una de las alas derecha e izquierda del Templo había dispuestos cinco recipientes de bronce móviles. Sobre cuatro ruedas de un codo y medio de diámetro había una basa de cuatro codos de ancho y largo y tres de alto; los bordes estaban decorados con figuras de bueyes, leones y querubines. Sobre este vehículo se fijaba un cilindro de un codo y medio de diámetro y un codo de alto, sobre el que se colocaba un recipiente amplio de cuatro codos de diámetro con forma de plato alargado. Cuatro asas sujetas a las cuatro esquinas de la basa sostenían el recipiente (1 Reyes, 7, 27-39). Estos recipientes móviles, cada uno de los cuales tenía una capacidad de cuarenta bates, se utilizaban principalmente para lavar la carne de las víctimas. Recientemente se ha descubierto en Larnaca, Chipre un recipiente fenicio de bronce que se corresponde en los más mínimos detalles con el descrito en la Biblia (Benzinger, op. cit., 218, 221).
Patio exterior
El patio interior (1 Reyes, 6, 36), también llamado “patio superior” (Jeremías, 36, 10), implica la existencia de un patio exterior e inferior, y el patio de los sacerdotes (2 Crónicas 4, 9) supone otro para laicos. Hay aún mención de otro en la época de Josafat (2 Crónicas, 20, 5), pero tenemos muy poca información interesante relativa a estos patios que deben haber sido completados y adornados por los sucesores de Salomón. Se afirma, por ejemplo, que Joatham “construyó la puerta más alta de la casa del Señor” (2 Reyes, 15, 35), que se refiere a una nueva puerta, probablemente al norte de un patio. Por otro lado Acaz reemplazó el altar del holocausto por otro, cuyo modelo había visto en Damasco. También quitó los doce bueyes de bronce y las basas grabadas de los diez recipientes móviles y cambió la puerta del Sábado y la entrada exterior para el rey (2 Reyes, 16, 10-18). Ezequías vació el tesoro del Templo y se llevó las planchas de oro y plata con que él mismo había cubierto las puertas y dinteles, y las dio para comprar la paz con Senaquerib (2 Reyes, 18, 15-16). Manasés profanó el Templo de Jehová por el culto a los ídolos (2 Reyes, 21, 4). Al final el monumento de Salomón, más célebre en la antigüedad por su esplendor que por su tamaño, fue reducido a cenizas por Nabucodonosor en 586.
Templo de Zorobabel
En 537 Sasabasar, nombrado gobernador de Jerusalén por Ciro, rey de Persia, y Zorobabel, un descendiente del Rey Joaquín, volvieron de la cautividad con un vasto número de judíos, provistos de autoridad para reconstruir el Templo de Jerusalén. En el séptimo mes después de su vuelta, el altar de los holocaustos de piedra sin labrar se había colocado sobre los fundamentos del anterior. En el segundo mes del segundo año pusieron la primera piedra del nuevo Templo. Pero la obra se vio dificultada e incluso suspendida por la hostilidad y conspiraciones de los Samaritanos, y el Templo no se acabó hasta 516 (Esdras, 3, 6). El Templo de Zorobabel era de sesenta codos de ancho y lo mismo de alto (Esdras, 6, 3), siendo éstas las dimensiones interiores. Josefo nos dice (Ant. Jud., XV, xi, 1) que ésta era realmente su altura, pues Herodes recordó al pueblo que la altura del segundo Templo era de sesenta codos menos que la del primero, al ser el Templo de Salomón de ciento veinte codos de alto, según 2 Crónicas, 3, 1. Es difícil decir si la anchura de sesenta codos atribuida al Templo por el decreto de Ciro era en números redondos, o si las cifras se refieren al codo más pequeño entonces en uso, pero importa poco, pues si la anchura fuera realmente sesenta codos reales sólo significaría que las cámaras laterales se habrían ampliado cinco codos por cada lado. El Santo y el Santo de los Santos mantuvieron en el Templo de Zorobabel las dimensiones que tenían en el de Salomón, y permanecieron iguales en el tercer Templo.
Sabemos por Esdras (3, 12) y por Ageo (2, 3) que el Templo de Zorobabel era muy inferior al de Salomón. La pobreza del nuevo Templo consistía principalmente en la escasez de su mobiliario. El Arca de la Alianza no había sido recuperada y el debir estaba vacío, pero como era la morada de Dios en la tierra la entrada se ocultó una vez más con un costoso velo. En el Santo había un nuevo altar del incienso y una mesa para los panes de la proposición, pero sólo había un candelabro de siete brazos. Una vez más se acumularon los tesoros, y todo el mobiliario era de nuevo de oro o recubierto con planchas de oro, incluidas las paredes. En 168 antes de Cristo los metales preciosos que adornaban el Templo suscitaron la codicia de Antíoco Epífanes, quien “se llevó el altar de oro, el candelabro de la luz, y todos los recipientes, la mesa de la proposición, y los vasos de las libaciones, y los frascos, y los pequeños morteros de oro, y el velo, y las coronas, y el adorno dorado que estaba delante del templo, y los rompió todos en pedazos” (1 Macabeos, 1, 23). Judas Macabeo se apresuró a dotar la casa de Dios con nuevo mobiliario. La mesa de la proposición escapó a la destrucción del Templo por Tito y con otros utensilios sagrados figuró en la procesión triunfal del conquistador en Roma (Bell. Jud., VII, v, 4-6) El patio interior tenía la misma circunferencia que la del primer Templo (Esdras, 6, 4), y según Hecateo, citado por Josefo, el altar de los holocaustos tenía las mismas dimensiones que el de Salomón. La Mishná (Middoth, III,VI) menciona un recipiente móvil sobre ruedas. Josefo (Ant. Jud., XI, IV, 7) relata que Zorobabel había erigido varios pórticos con vestíbulos dentro de los recintos interiores del templo y en 1 Mac., 4, 38,57, hay mención de las cámaras construidas en el patio interior.
Durante las heroicas guerras de los Macabeos con los sirios el Templo tuvo que sufrir muchas vicisitudes. Los muros con sus grandes torres construidas por Judas Macabeo para la protección del Templo (1 Macabeos, 4, 60) fueron destruidos por Antíoco Eupator (1 Macabeos, 6, 62), pero Jonatán y Simón los reconstruyeron enseguida (Ant. Jud., XIII, 5, 11). En el 63 antes de Cristo Pompeyo, tras tomar la ciudad, puso sitio al Templo, para quebrar la última resistencia de los judíos (Ant. Jud., XIV, IV, 4), y nueve años después el procurador Craso lo despojó de sus riquezas (Ant. Jud., XIV, VII,1). Finalmente Herodes, hecho rey de los judíos por el Senado, se vio obligado a tomar la ciudad por asalto y a asediar la fortaleza del Templo (Ant. Jud., XVI, XVI, 2 y s.)
Templo de Herodes
Historia
Herodes emprendió la restauración del Templo en su esplendor original y con sus disposiciones tradicionales. Los edificios se demolieron uno tras otro conforme estaban disponibles los materiales para las nuevas estructuras. Una multitud de sacerdotes se convirtió en albañiles y carpinteros y tomó a su cargo el derribo y reconstrucción del santuario, tarea que fue llevada a cabo en dieciocho meses. Casi 10.000 trabajadores fueron empleados en los otros edificios. Tras ocho años de trabajo (10 antes de Cristo) el nuevo edificio se abrió al culto. Pero este monumento, que rivalizaba en sus vastas proporciones y magnificencia con las más bellos construcciones de la antigüedad y que sobrepasaba mucho incluso al de Salomón, sólo se acabó en el 62 o 64 después de Cristo (Cf. Juan, 2, 20), estando en esa época aún empleados 18.000 trabajadores (Ant. Jud., XX, IX, 7). Pues Herodes duplicó la plataforma artificial que tenía el Templo de Zorobabel, ampliando los recintos sagrados hacia el sur y especialmente hacia el norte donde las galerías llegaban hasta la roca de Baris y la Antonia (Ant. Jud., XV, xi, 3; Bell. Jud., I, XXI, 1; V, v, 2). El Templo con sus patios, galerías y pórticos ocupaba todo el emplazamiento actual del haram esh sherif, que mide 1.070 pies por el norte, 1.540 por el este, 920 por el sur y 1.630 por el oeste. El Templo de Herodes constaba de dos patios, uno interior y otro exterior. El primero incluía todos los edificios del Templo propiamente dicho y se dividía en: (1) El Patio de los Sacerdotes, que contenía la casa de Dios y el altar de los holocaustos; (2) el Patio de Israel; y (3) el Patio de las Mujeres. Todo el espacio entre el patio interior y el muro exterior de la plataforma se llamaba Patio de los Gentiles, porque se permitía entrar en él a los no-judíos. Las que siguen son las disposiciones del Templo según Josefo (Ant. Jud., XV, XI; Bell. Jud., V, V), indicándose las de otras fuentes en el curso de las descripciones.
Patio de los Sacerdotes y Casa de Dios
El Patio de los Sacerdotes formaba un rectángulo de ciento ochenta y siete codos de este a oeste y ciento treinta y siete codos de norte a sur [Middoth, II, 6 (fig. 3)]. Al oeste estaba la casa de Yahweh y al este el altar de los holocaustos. Se subía al santuario por una escalera de doce peldaños (2), que terminaba en un majestuoso pórtico de cien codos de alto y de igual anchura (3). Una puerta sin hojas de veinte codos de ancho y cuarenta de alto conducía a un vestíbulo de once codos de ancho. Según la Mishná esta entrada estaba flanqueada por dos pilares de forma cuadrada formado cada uno por diez cubos que medían cuatro codos de lado. Sobre estos dos pilares descansaba una especie de cornisa formada por cinco vigas de roble, separadas una de otra por piedras cuadradas colocadas en línea con los pilares. Era una reproducción de los arcos triunfales entonces tan comunes en Oriente. Sobre el inmenso enrejado o verja se extendía una viña de oro, cuyos racimos, según Josefo, eran de la altura de un hombre. Añade que se extendía veinticinco codos de norte a sur y que su altura era de setenta codos sobre el suelo. Tácito (Ann., V, v) también habla de esta viña. Por encima de ella Herodes colocó una colosal águila dorada, el águila romana, lo que disgustó mucho a los judíos (Ant. Jud., XVII, VI, 2-4). El hekal (4) y el debir mantenían sus antiguas dimensiones en longitud y anchura, pero su altura fue aumentada a sesenta codos. Una puerta de diez codos de ancho y veinte de alto daba acceso al Santo. Las hojas de la puerta eran de madera labrada cubierta con láminas de oro, y la puerta fue además embellecida con una magnífica cortina de lino de tinte babilonio. La cámara ricamente decorada contenía el altar de los perfumes ante la entrada al debir, al norte de la mesa de la proposición y al sur del candelabro de los siete brazos. No estaba tan bien iluminada o aireada como la de Salomón. Solos los sacerdotes entraban en este patio para ofrecer incienso cada noche y cada mañana, para arreglar las lámparas, y para cambiar el sábado los panes de la proposición. Fue junto al altar del incienso donde se apareció el ángel a Zacarías (Lucas, 1, 11).
La entrada al debir no tenía puertas sino que, como antiguamente, estaba resguardada por una costosa cortina. Según la Mishná (Yoma, V, 1), ningún tabique separaba el hekal del debir, estando éste separado por dos velos colgados a la distancia de un codo uno de otro; pero Josefo distingue entre las dos cámaras dando las dimensiones de cada una. Además, habla sólo de un velo a la entrada del debir, lo que debe significar una puerta. Aún más, la ausencia de separación habría hecho necesaria una cortina de sesenta codos de larga por veinte de ancha, que nunca habría sellado herméticamente el Santo de los Santos. La afirmación de los rabinos sobre este punto está sujeta a sospecha. No podían ignorar que según los Evangelios (Mateo, 27, 51; Marcos, 15, 38; Lucas, 23, 45), cuando Cristo murió en la cruz el velo del templo se rasgó de arriba abajo. El debir estaba vacío. Sólo el sumo sacerdote entraba en él una vez al año. Encima del debir y del hekal había un piso de cuarenta codos de alto, de forma que todo el edificio era de la misma altura que el pórtico. A los lados norte, sur y oeste había un edifico dividido en tres pisos, cada uno de veinte codos de alto. El piso bajo y el primer piso tenían trece habitaciones de seis codos de ancho cada una (6) y el piso superior doce. Una puerta (7) se abría al norte desde el vestíbulo a una escalera de caracol de tres codos de diámetro situada en la esquina que formaba el muro de la casa y el saliente del pórtico. Los dos muros que formaban la caja de la escalera eran de cinco codos de espesor. En la esquina frente al sur había una caja similar que estaba pensada para facilitar la salida del agua. La anchura total de la casa, incluyendo las habitaciones laterales, era de cincuenta y cuatro codos y junto al pórtico de setenta codos, y su longitud total, incluyendo el pórtico, era de ciento seis codos, concediendo seis codos de espesor para los muros. La base era diez codos más ancha que las dimensiones dadas arriba.
Veintidós codos al este de la casa estaba el altar de los holocaustos, construido de piedra sin labrar (8). Los rabinos hablan de un altar de tres pisos, de diez codos de alto y treinta y dos codos a lo largo de los lados de la base y veinticuatro en el centro (Maimónides, “Beth Haberasch”, II, 16). Las cifras de Josefo, cincuenta codos a los lados por quince de alto, son obviamente incorrectas. Al norte del altar (9) cuatro filas de argollas estaban fijas al suelo y se usaban cuando se sacrificaba a los animales. A continuación venían ocho mesas de mármol para cortar y lavar la carne de las víctimas, y por encima había ocho columnas con garfios para colgar y desollar a los animales (Middoth III, 5-V, II; Talmud, Shek, VI, 4). Se admitía a los laicos en este patios sólo cuando ofrecían un sacrificio, pues tenían que colocar sus manos en la cabeza de las víctimas. Los cuatro lados del patio estaban rodeados por un parapeto de piedras de un pie y medio de alto.
Patio de Israel
Bajando cinco escalones se pasaba del patio de los sacerdotes al patio de Israel, que rodeaba al primero por tres lados (10). Al norte y al sur era de cuarenta codos de ancho y al este sólo de once codos. Una galería de diez codos de ancho (11), sustentada por espléndidas columnas de mármol, corría alrededor de este patio, probablemente también por el lado oeste, y proporcionaba refugio del sol y la lluvia. Sólo se admitía aquí a los hombres y sólo al rey se le permitía sentarse. Al este de este patio frente a la casa de Dios (12) se alzaba una soberbia puerta, la más hermosa de todas, que según Josefo y la Mishná (Middoth, I, 4) era un regalo de Nicanor, un rico judío de Alejandría. Esta era la Thoura oraia, la porta speciosa (Hechos, 3, 2) donde San Pedro curó al hombre lisiado de nacimiento. Era de cincuenta codos de alto y cuarenta de ancho, y sus puertas de bronce corintio, labradas y cubiertas con planchas de oro y plata, eran tan pesadas que se precisaban veinte hombres para moverla. Josefo añade entre los signos premonitorios de la destrucción del Templo que esta puerta se abrió por sí sola a medianoche hacia el año 30 después de Cristo (Bell. Jud., VI, V, 3).
Patio de las Mujeres
Desde la Puerta de Nicanor una escalera semicircular (13) de quince escalones descendía al patio de las mujeres (14), rodeada por una galería al norte, este y sur. Aquí se admitía a las mujeres y se les reservaba sitios al norte y al sur, pero los hombres también frecuentaban este patio y habitualmente lo cruzaban cuando iban al Templo. Aquí había bancos, pues estaba permitido sentarse (cf. Marcos, 12, 41). A los lados probablemente de la Puerta de Nicanor había trece cajas, con una inscripción que indicaba la finalidad especial de cada una: aceite, madera, vestidos sacerdotales, palomas, etc. Aquí vio Cristo a los ricos y a la pobre viuda depositar sus ofrendas (Lucas, 21, 1). En las cuatro esquinas había cuatro cámaras sin techo, de cuarenta codos en cuadro (15). Según el Talmud la cámara del noroeste era donde los impuros y leprosos, que se habían curado, se bañaban y eran declarados limpios por los sacerdotes. En la cámara del noreste los sacerdotes clasificaban la madera; en la del sudoeste se conservaba en bodegas el aceite y el vino; en la del sudeste los que habían cumplido el voto de los Nazaritas afeitaban sus cabezas (Cf. Números, 6, 13 y ss; Hechos, 18, 18). En estas cámaras también estaba permitido lavar, cocinar, etc. Según Middoth, II, 5, había también en este patio cuatro habitaciones donde se alojaban ciertas mujeres.
Puertas y cámaras
Tres lados del patio interior estaban rodeados por edificios de cuarenta codos de ancho, separados por nueve puertas en forma de torres (16), cuatro al norte y cuatro al sur, de las cuales sólo dos se abrían al patio de las mujeres, con la puerta oriental. Estas puertas o más bien suntuosos pórticos, eran de 40 codos de alto, ancho y largo. Una amplia barra dividía la entrada en dos huecos de diez codos de ancho y veinte de alto cada una con hojas de madera recubiertas de planchas de oro y plata. El vestíbulo era de treinta codos por lado y sus seis arcos estaban soportados por dos pilares de doce codos de circunferencia. A los lados del patio de Israel cinco peldaños conducían al pórtico cuyo vestíbulo estaba provisto de manera similar de diez peldaños o una rampa. Aún había tres puertas dentro del haram esh sherif, la Puerta Dorada, la doble puerta y la triple puerta, construidas según el mismo plan. Entre estas puertas había una serie de cámaras dedicadas a diversos usos (17). Al oeste de la segunda puerta del sur estaba el lishkat gazit, sala del Sanedrín (Middoth, II, 5), con una cámara para la instrucción del pueblo, y en el patio de las mujeres estaba el gazophylakion, sala del tesoro (Ant. Jud., XIX, VI, 1). Este vasto edificio descansaba en unos cimientos con un saliente de diez codos formando un deambulatorio (18), al que se accedía por una escalera de doce o catorce peldaños. Ésta era el het, estaba rodeada por un parapeto de piedra llamado soreg y enfrente de las nueve puertas había pilares con inscripciones en griego y latín notificando a los visitantes que estaba prohibido bajo pena de muerte a los no-judíos acercarse más al Templo. Hace algunos años se encontró en las cercanías del haram esh sherif uno de los pilares con una inscripción griega.
Patio exterior
El resto de la vasta plataforma formaba el patio exterior de los gentiles. Estaba pavimentado con amplias losas y rodeado por todos lados por una doble galería formada por dos filas de columnas de veinticinco codos de alto. La que miraba al valle del Cedrón era llamada “Puerta de Salomón” (cf. 1 Crónicas, 9, 18). Seguramente era anterior a Herodes, y Josefo data su origen del mismo Salomón. Relata que en el año 62 o 64 después de Cristo los 18.000 trabajadores empleados todavía en el adorno del Templo empezaron a no tener trabajo y pidieron demoler la Puerta de Salomón; pero ésta, aunque antigua, era tan hermosa y el coste de reemplazarla habría sido tan grande que el rey Agripa II decidió conservarla y emplear a los trabajadores en pavimentar las calles de la ciudad (Ant. Jud., XX, IX, 7). Tanto si data de los reyes de Judá o sólo de Zorobabel es suficiente para dar una idea de la magnificencia de los dos primeros templos de Jerusalén. En las esquinas de estas galerías había cámaras (pastophoria) para los guardias. Por el lado de la ciudad la entrada se hacía a través de varias puertas de incomparable belleza, cuatro al oeste de la explanada, dos al sur, una al este y una al norte. En un terraplén inferior en el centro, Herodes erigió la basílica real, un edificio suntuoso dividido en tres naves por cuatro hileras de cuarenta y una columnas corintias. Cada columna era de más de cinco pies de diámetro. Al norte de la explanada construyó dos vastos patios rodeados de puertas que se extendían hasta la escarpadura de la roca de Baris. Estos patios se comunicaban con la Antonia sólo mediante dos escaleras. Hechos 21:35.