Hacia el Siglo XI a.C, los hijos de los sacerdotes-Jueces tomaban “lo mejor de las ofrendas para sí mismos”. Se daban a la avaricia, el soborno y pervirtieron el derecho (1ª Sam 2:14; 8:3). Asimismo Trataban con desprecio la ofrenda a Yahveh (1ª Sam 2:17). La cohesión israelí y la protección que Dios brindaba a esa nación dependía de “seguir el camino de Yahveh”, por lo cual iban camino a la disolución.
Al mismo tiempo la prosperidad volvió a la región al final de la edad de bronce, se recuperó el comercio con Egipto y Mesopotamia, y se abrieron nuevas rutas comerciales, desde Cadesh-Barnea al sur, de Hebrón, Jerusalén y Lakís en Samaria, a Siloé, Siquem y a través de Galilea, a Megido y todo el valle de Jezreel. Esta ruta amenazaba el monopolio comercial de los filisteos, que intentaron dominarla tanto directamente, con una intervención militar contra las tribus de Israel, como indirectamente, promoviendo a mercenarios a posiciones de poder como los Achish de Gath, posteriores aliados de David.
Según lo permitido en el capítulo 7 del Deuteronomio, Israel decidió elegir un rey para luchar con eficacia (I Samuel 8:6, 20) contra la amenaza de sus vecinos. Según los libros de Samuel, el último de los jueces, la nación pidió un rey porque los hijos de Elí (El sumo sacerdote de la época), que habían sido designados como jueces, emplearon mal su cargo. Aunque él intentó disuadirlos, los israelitas estaban resueltos, por lo que Saúl ben Qish, de la tribu de Benjamín, fue ungido como rey por Samuel.
El Reino de Israel (en hebreo: מַלְכוּת יִשְׂרָאֵל, Maljut Yisraeil) abarcaba en la época de máxima expansión una extensión muy superior a la del actual estado de Israel, ya que se extendía del sur del Líbano a la península del Sinaí y del mar Mediterráneo al río Jordán, según las descripciones del libro de Samuel.
Según las Escrituras, David y Saúl se habían convertido en enemigos, por lo menos desde el punto de vista de Saúl. Las fuentes describen a Jonatán, hijo de Saúl, o bien a Michal, su hija, como quien ayudó a David a escapar de Saúl, aunque asumiendo la reconciliación antes de su muerte.
David ya había sido “ungido” como rey por Samuel (antes de la muerte de Saúl), pero un heredero, Ishbaal ben Saúl, asumió el control de Israel. Este gobernó solamente dos años antes de que lo asesinaran.
1007 a. C.: David reina en Judá.
David se convirtió en rey (pero únicamente de la tribu sureña: Judá). Gobernaría desde la ciudad de Hebrón durante siete años, para recién después ser designado rey de toda la nación (Israel y Judá).
Cierto número de críticos y eruditos bíblicos han sugerido que David consiguió esa ansiada unificación de las 12 tribus con base en su carisma, pero lo que realmente parece legitimarlo es su férrea determinación de hacer cumplir la Toráh (Ley) de Yahvé. [Los líderes de las tribus le dijeron: “hueso y carne tuya somos” (2ª Sam 5:1-3)].
El líder judío sería –con su valentía y piedad- el unificador de las tribus israelitas. Consiguió también hacer de Jerusalén la capital de la nación y algo largamente añorado por los fieles: recuperar y traer el Arca de la Alianza (cuyo culto había perdido intensidad en tiempo de los jueces) (Jos 7:6; 2ª Sam 6:2) De acuerdo a las Escrituras, en la segunda mitad de su reinado aparecen desvíos, algunos crímenes y ciertas conjuras que culminan con Absalón, hijo de David, propuesto como nuevo rey. La Biblia entonces describe como un gran sector del pueblo se rebela y asume el control de Judea, forzando a David al exilio al este del Jordán.
Según Samuel, David lanzó un contraataque y triunfó, Reconquistada Judea, y afirmado el control sobre Israel, David regresa al oeste del Jordán, aunque continúa sufriendo rebeliones por parte de Israel, superando con éxito cada una.
1000 a. C.: David reina en Jerusalén
“Y David y toda la casa de Israel tocaban […] sistros y címbalos de dedo (Tanaj, 2 Samuel 6:5).32
Según las Escrituras, David emprendió campañas militares contra los enemigos de Judá e Israel, y derrotó a enemigos tales como los filisteos, amonitas y arameos, consiguiendo así que las fronteras permanecieran seguras, aunque sufrió la sublevación de su hijo Absalón, erigido como rey en Hebrón, que fue derrotado y muerto por las tropas de David. Tras arrebatar Jerusalén a los jebuseos, trasladó a esta ciudad fortificada la corte, que estaba en Hebrón, y el Arca de la Alianza, que se encontraba en Quiryat Yearim.
Bajo su gobierno, Israel pasó de reino a imperio, y su esfera de influencia militar y política en el Oriente Medio se amplió, controlando a estados más débiles como a los filisteos, Moab, Edom, Ammón, y convirtiendo en vasallas a algunas ciudades-estados arameas (Aram-Zobah y Aram-Damasco). Las fronteras iban del mar Mediterráneo al desierto árabe, del mar Rojo al río Éufrates.
965 a. C.: reinado de Salomón
A la muerte de David le sucedió su hijo Salomón, que obtuvo el reino sobre su hermano mayor, Adonías, a quién tuvo que eliminar más adelante. El reinado de Salomón trajo una paz sin precedentes.
Tanto David como Salomón firmaron alianzas con el rey Hiram I de Tiro, y a cambio de la entrega de tierras llegaron en gran número artesanos, trabajadores expertos, dinero, joyas, madera de cedro y otras mercancías. El palacio de David y el templo de Salomón se suponen construidos con la ayuda de recursos tirios y gracias a sus arquitectos, como Hiram.
Salomón reconstruyó gran número de ciudades importantes, como Megido, Hazor, y Gazer (ésta ha sido excavada por arqueólogos, y se han descubierto grandes construcciones, como los establos para los caballos de Salomón, junto con fuentes para abrevaderos).
Emprendió numerosas obras arquitectónicas, entre las que destaca por encima de todas la construcción del Templo de Jerusalén como asiento para el arca de la Alianza; también levantó un palacio y realizó obras públicas como un terraplén que unía el templo con la ciudad de Jerusalén.
Reinó durante 40 años, durante los cuales pudieron ‘formar un pueblo’, tener prosperidad, y vivir ‘siguiendo los preceptos de Yahveh (1ª Re 3:20, 8:25). Salomón había obtenido Sabiduría la cual estaba basada en Seguir los mandamientos de Dios- (Sal 119:98,104 –ver 1ª Re 2:2; Job 28:28- ). Durante ese período, la seguridad interna y el control de las vías de comunicación facilitaron la expansión del comercio, lo cual incrementaba la prosperidad aunque se acercaba peligrosamente al modo de vida de los cananeos (que la Ley de Yahveh repudiaba). Mantuvo relaciones con Ofir y Saba.
Llegó a ser el rey más rico de todos (1ª Re 9:26; 10:4). Pero en la última etapa de su reinado, la corrupción iba en aumento; la corte y la burocracia se expandían (1ª Re 4; 11:3). En la conclusión de las transacciones con el rey Hiram I de Tiro demostró no ser justo, sino que trató de sacar ventajas (1ª Re 9:12-14). En medio de una vida suntuosa permitió el ascenso de muchos sacerdotes que eran indignos (2ª Re 23:13, 5).
División en dos reinos
Monarquía dividida: Reino de Judá (sur) y Reino de Israel (norte). 928 a.C.
Con la muerte de Salomón en 928 a. C. Dejando como heredero a su hijo Roboam, las tensiones entre las diez tribus israelitas del norte y aquellas de Judá y Benjamín en el sur alcanzaron un punto de crisis. Cuando Roboam desoyó las quejas económicas, el territorio de Israel fue dividido en dos entidades hebreas: el Reino de Israel en el norte y el Reino de Judá en el sur. El primero incluyó en su territorio a Siquem y Samaria; el segundo conservó Jerusalén. La mayoría de las demás provincias vasallas no-hebreas se perdieron.
El Reino de Israel se mantuvo independiente desde el año 928 a. C. hasta 722 a. C., cuando fue conquistado por el imperio asirio. El Reino de Judá tuvo una vida más larga que su rival, existiendo hasta 586 a. C., cuando fue conquistado por el imperio babilónico.
Respecto a la monarquía dividida, la Biblia de los setenta, los masoretas y Flavio Josefo mencionan diferentes figuras. Se desconoce si los dos reinos utilizaron el mismo calendario, además de si los años de los reinados son completos o en parte, y se ignora si hubo corregencias. Isaías expresó que los reinos de “Israel y Judá persiguen solamente el lucro” (Is 9:18-21). Aquellas prácticas corruptas que se encontraban en los pueblos vecinos (ambición, envidia, opresión de los más débiles…) fueron introducidas en Israel contrariando la Toráh (Ley) de Yahveh. La antigua advertencia (vivir aparte… no imitar las costumbres de las demás naciones) (Deuteronomio 12:29,30) se había echado al olvido. Se dejó de lado aquel sentido de ‘pueblo religioso’ (Dt 12:5,14) y las tribus se dividieron debido a un problema de índole económico (los tributos) (1ª Re 12:15, 18)
En 928 a.C., Jeroboam lideró la rebelión de las tribus norteñas estableciendo el reino de Israel (I Reyes), con capital en Siquem.
Económicamente el estado de Israel parece haberse desarrollado mejor que su vecino del sur, debido a las mayores precipitaciones y unos sistemas agrícolas más productivos pero sobre todo, debido a su posición estratégica para aprovechar el comercio regional. La Biblia indica que Yahveh estaba «indignado» con las tribus norteñas por el modo de vida ostentoso, desigual, idolatra y corrupto que practicaban. A su vez, la tribu de Judá se mantenía apenas un poco menos infiel reconocía todavía a Dios» (Oseas 4:15; 11:12; Amós 2:4-8).
Según el relato bíblico, hubo 19 reyes en Israel. Políticamente fue menos estable que Judá, manteniendo una dirección carismática por méritos, y la competencia entre las familias predominantes parece depender mucho más de acuerdos (de trasfondo comercial) con poderes exteriores, como Tiro, Aram o Asiria que en su propia autoridad. Esta necesidad de aplacar a vecinos importantes comenzó ya en el reinado de Jeroboam, cuando, a pesar de las fortalezas de Tirzah, Siquem, y Penuel, Israel fue invadido por el faraón Sheshonq I de la dinastía XXII.
El reino de Israel parece haber sido más poderoso en la segunda mitad del siglo IX a. C., cuando Omrí (885-874 a. C.) fundó una nueva dinastía con capital en Samaria, ciudad mejor protegida, con la ayuda de la ciudad fenicia de Tiro, reforzando esta alianza al casar a su hijo y sucesor, Acab (874-853 a. C.), con la hija del gobernante de Tiro Etbaal(llamada Jezabel), y a su hija Atalía con el hijo del rey Josafat de Judá, el futuro rey Joram. Acab formalizó múltiples alianzas entre los pequeños reinos y contribuyó con 2.000 carros y 10.000 soldados a la coalición que derrotó a Salmanasar III en Qarqar (853 a. C.).
El texto bíblico narra que estaban imitando “el materialismo de Asiria y naciones vecinas” (2ª Reyes 17:13-16). Y Dios transmitía: “¡ay de ellos cuando yo llegue a abandonarlos!” (Oseas 9:12; ver Dt 28:36). Fueron advertidos: “Sobre sus riquezas crecerá la hortiga” (Oseas 9:6; Miqueas 2:3); “Haré que seáis deportados…” y “el asirio será su rey…” (Is 7:17-8:4; Amós 5:27; 6:14; Os 11:5).
Doce años más tarde, Jehú, con ayuda del reino de Aram, dio un golpe en el cual Acab y su familia fueron asesinados, y es ungido rey de Israel por el profeta Eliseo. La Biblia no hace ninguna referencia al hecho, pero las fuentes asirias se refieren a Jehu como un monarca de la casa de Omri, lo que puede indicar que este golpe era el resultado de luchas dentro de la misma familia predominante. Hacia el 838 a. C. se aviene a pagar un tributo a Salmanasar III para defenderse de los arameos de Damasco. Jehú se muestra arrodillado ante el monarca asirio en el obelisco negro de Salmanasar, y es el único monarca de cualquiera de ambos estados del que se conserva un retrato.
Como resultado de estos cambios, Israel, al igual que su vecino meridional Judá, cayó dentro de la influencia del reino arameo de Damasco. El rey Hazael guio a los arameos contra Joram de Israel y Ocozías de Judá, derrotándolos en Ramoth-Gilead. Tras esta batalla, Hazael rechazó dos ataques asirios contra los territorios israelitas situados al este del Jordán, y la ciudad filistea de Gath e intentó tomar Jerusalén (II Reyes, 2 12-17). Una inscripción descubierta en Tel Dan se considera erigida por Hazael, después de la batalla de Ramoth-Gilead.
Jeroboam II fue coronado rey de Israel en 787 a. C. Luchó contra Damasco y Moab en un intento de expansión, mientras los asirios amenazaban a los reinos judíos. Jeroboam II murió en el año 747 a. C. en una rebelión popular, y con él acabó la dinastía de Jehú.
De la sangrienta rebelión, Menahem se erigió en rey el 745 a. C., y aceptó pagar tributo a Tiglath-Pileser III. Le sucedió su hijo Pecajías, que perdió el trono ante Pecaj.
Pecaj intentó una coalición con Rasón de Damasco y Ajaz de Judá, para combatir a los asirios. Pero Ajaz apoya a Asiria, lo que llevó a la caída de Israel en poder del rey asirio Sargón II, que lo incorporó a su imperio en el 720 a. C. (II Reyes 17, 3-6) (Se cumplió así la profecía bíblica de Oseas 11:5).
Cautiverio asirio de los israelitas del norte
Sargón II de Asiria en el 722 a. C. conquisto las diez tribus norteñas de Israel destruyendo su capital, Samaria, y enviando a la población al exilio y cautiverio. La mayoría de los habitantes, incluyendo la clase dirigente, fue deportada a otras tierras ocupadas por el imperio asirio y se trajo gente de esos lugares a Samaria. Así, dispersados entre otras naciones, asimilados en nuevas culturas, llegaron a perder su identidad original. Nunca volvieron, como pueblo, a la tierra de Israel, se les llamó las diez tribus perdidas. La razón fue debido a su idolatría. Salmanasar asedió Israel durante tres años y su sucesor, Sargón, terminó el trabajo y llevó a las personas en cautiverio. El rey de Asiria trajo gente de otros países capturados y se establecieron en Samaria, quienes se casaron con la gente más pobre que se quedaron en el país. La gente de clase alta fue llevada a Asiria, que luego se casaron con los asirios. Como resultado de la religión samaritana se hizo aún más mezclada con el paganismo. Los matrimonios mixtos fueron resultado de los samaritanos que fueron despreciados después por los judíos que regresaron de Babilonia para reclamar la tierra.
Las diez tribus del reino del norte de Israel fueron llevados a Asiria, para nunca volver a su patria.
Este período del eclipse de Israel coincidió con la aparición de una línea de profetas independientes, Amós, Joel, Oseas y Elías, Eliseo e Isaías altamente críticos con los monarcas de Israel. La tradición espiritual que más adelante crecería en la historia bíblica, tuvo aquí sus orígenes, según muchos exégetas bíblicos.
Profetas del Reino de Israel.
Elías, el oponente de las invenciones religiosas bajo Acab y Jezabel, 870-852 a.C.
Eliseo, el sucesor elegido de Elías, 855-798 a.C.
Amós, 780-760 a.C.
Oseas, 760-722 a.C.
Reino de Judá, 928-587 a.C
Reyes de Judá
Cuando en 928 a. C. el reino de Israel fue dividido, las tribus de Judá y Benjamín permanecieron fieles a Roboam, formando el reino de Judá con capital en Jerusalén. Roboam luchó contra el rey de las tribus norteñas (Jeroboam de Israel), guerra que mantuvo su hijo Abías o Abiyam (II Crónicas 12 y 13), acabando con su ejército y tomando Betel.
Le sucedió su hijo Asa, que prohibió el culto a los ídolos, rechazó a los madianitas y a los etíopes que habían invadido Judá, y luchó contra Basa, rey de Israel, con la ayuda de Ben-Hadad, rey de Siria.
La dinastía de Omri extremó la guerra contra Judá, ayudada por su alianza dinástica con Tiro. El rey Ocozías, hijo de Joram, fue asesinado en el año 846 a. C., su madre Atalía se hizo con el poder e inició en Jerusalén una persecución contra los que se oponían al culto del dios Baal. Seis años después, Atalía fue asesinada.
En 838 a. C. Joás, hijo de Ocozías, fue coronado rey de Judá y en Jerusalén se destruyó el templo de Baal, expulsándose a sus sacerdotes. Se restauró la religión de Yahveh, la misma actitud que toma Yehú en Israel destruyendo el templo de Baal en Samaria. Joás aceptó pagar un tributo a Salmanassar III para defenderse de los arameos de Damasco, y en el 800 a. C. Damasco fue vencida por el rey asirio Adadnarari III, conquistando Joás en el año 802 a. C. las zonas que habían dominado los arameos en Galilea.
Durante el reinado de Acaz, la población de Jerusalén creció enormemente como resultado de la llegada de muchos refugiados israelitas que huían del norte.Durante el reinado de Ezequías (725-697 a. C.). Ezequías realizó grandes obras, incluyendo la ampliación de las murallas para incluir la nueva población tanto en Jerusalén como en Lakís, construyó la piscina de Siloé para dar a la ciudad una fuente independiente de agua en el interior de la ciudad y también amplió el Templo.
Phillip Davies y otros sugieren que en este tiempo Jerusalén estableció su propia escuela de escribas, reuniendo las fuentes de tradición oral que se conocen como Tradición yavista. La Biblia también explica que Ezequías emprendió importantes reformas religiosas, procurando sin éxito centralizar las prácticas religiosas en el Templo y erradicar la adoración a la serpiente Nehustan, culto que duraba desde los tiempos de Moisés. Parece haber seguido el camino de Salomón, recopilando la sabiduría (lo cual se basaba en “seguir los mandamientos de Yahveh” (Dt 4:6; Sal 119:98; Baruc 4:1)
Quizá incitado por los faraones de la dinastía vigésimo sexta egipcia formó y dirigió una coalición con los filisteos intentando unificar Judá e Israel. Los asirios, que dominaban la zona filistea impusieron el famoso asedio de Laquis y luego de tomar la segundad ciudad más importante del reino judío la pasaron a cenizas. Luego procedieron a cercar los alrededores de Jerusalén. Senaquerib se jactó de haber “encerrado a Ezequías en Jerusalén como a un pájaro en una jaula”, pero la Biblia habla del ángel de Yahveh que golpea violentamente a los sitiadores asirios, relato que parece señalar algún tipo de epidemia. Los asirios debieron retirarse, pero pudieron imponer un tributo que empobreció a la población de Judá durante una generación y condujo a la total revocación de las reformas de Ezequías.
Durante el reinado de su hijo Manasés (697-642 a. C.), bajo la más suave dominación de los reyes Asarhaddón y Asurbanipal, se produjo una recuperación económica, aunque en desmedro de la justicia y rectitud. Se sabe que pasó cierto tiempo con Asarhaddón en Babilonia y que acompañó a Asurbanipal en la invasión a Egipto.
El hijo de Manasés, Amón, tuvo un reinado insignificante antes de que fuera asesinado el año 639 y pasara el trono a su hijo Josías, todavía un niño. En 633 a. C. el sacerdote Helcías, padre de Jeremías, encontró un libro de la Torá perdido (II Reyes 22:8) que atribuyó a Moisés, posiblemente Devarim el (Deuteronomio), lo que condujo a reformas importantes del culto. Este reinado vio el eclipse y derrumbamiento del imperio asirio, lo que llevó a Josías a seguir la trayectoria de Ezequías centralizando toda el culto en Jerusalén, e instituyendo el Pésaj.(La Pascua) Intentó unificar los reinos judíos y luchó por liberarse de Asiria, y tras la caída de ésta (612 a. C.), por liberarse de Egipto. Murió en batalla, resistiendo el avance del faraón Necao II en 609 a. C. En el 608 a. C. Necao II impuso como rey a Eliaquim, con el nombre de Joaquim. Los egipcios fueron derrotados por los babilonios el 605 a. C. en Karkemish, y Egipto quedó sometido por el rey babilonio Nabucodonosor II, que influenciaba también sobre Judá.
El año 598 a. C. Nabucodonosor II eliminó a Joaquim, que se negaba a pagar tributo. Su hijo Joaquín tampoco colaboraba, así que el ejército babilonio encarceló a Joaquín y a toda la aristocracia del reino de Judá.
Nabucodonosor II nombró a Matanías rey de Judá en el año 589 a. C. y, bajo el nombre de Sedecías, fue el último rey judío. El imperio babilónico arrasó Jerusalén, su Templo fue destruido en 587 a. C. y la elite judía fue obligada a vivir en Babilonia.2ª Reyes 25:1-9).
Profetas del Reino de Judá
Joel, 810-750 a.C.53
Isaías, 740-700 a.C.53
Miqueas, 742-687 a.C.53
Sofonías, 640-610 a.C.53
Nahum, 630-612a.C.53
Hulda (profetiza), 610-605 a.C.53
Habacuc, 605 a.C.53
Jeremías, 626-587 a.C.53
Ezequiel, 593-570 a.C.53
Cautiverio babilónico de los judíos.
El exilio babilónico: deportación de los hebreos del Reino de Judá a Babilonia tras la destrucción del Templo de Jerusalén, siglo VI a.C.
La primera diáspora. La “parte noble” del pueblo judío (entre ellos el profeta Daniel) se ve forzada a vivir en territorio imperial y bajo sus lineamientos.
Babilonia conquista Judá y su capital, Jerusalén. Gran parte de la población, sobre todo la nobleza, fue deportada a Babilonia. A ello se refiere comúnmente la expresión Cautiverio de Babilonia.
En aquel tiempo los servidores de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén; y la ciudad fue sitiada…. Y llevó en cautiverio a toda Jerusalén: a todos los magistrados, a todos los guerreros valientes (un total de diez mil cautivos), y a todos los herreros y artesanos. No quedó nadie, excepto la gente más pobre del pueblo de la tierra…. El rey de Babilonia proclamó rey en lugar de Joaquín a su tío Matanías, y cambió su nombre por el de Sedequías.2 Reyes 24:10-17 (Versión Reina Valera)
La deportación sucedió en dos fases, una ya en torno a 597 a. C., que afectó a las clases altas, y otra, más general, en 586 a. C., a raíz de la destrucción de Jerusalén.
A pesar de que se suele considerar al Cautiverio de Babilonia como un destierro total del pueblo hebreo, el traslado de población sólo afectó a las clases altas hebreas. Los conquistadores de Israel tenían interés en impedir que resurgiera allí un poder político fuerte, y para eso, “importaron” por la fuerza a la clase dirigente capaz de liderar una posible revuelta. El bajo pueblo, por su parte, no fue mayormente afectado por estos traslados forzosos.
El primer grupo de cautivos que se llevó a Babilonia incluía al profeta Daniel en el 605 a.C. Unos años más tarde en el año 597 a.C. diez mil cautivos, entre ellos el profeta Ezequiel. Finalmente, cuando la ciudad de Jerusalén cayó en 586 a.C. los Últimos de los cautivos fueron llevados a las orillas del río Quebar en Babilonia (2 Reyes 24:1-18; 2 Crónicas 36:11-21; Jeremías 52:1-11; Ezequiel 1:1-2; Daniel 1:1-7).
El profeta Jeremías fue con este grupo de Tafnes (Daphne) en la frontera egipcia donde construyeron un templo en Elefantina (Jeremías 42:15-22; cf. 44:26-28)
Esto sucedió a causa de la cólera de Yahveh contra Jerusalén y Judá, hasta que los arrojó de su presencia. Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia.2 Reyes: 24:20 (Versión Biblia de Jerusalén)
Muchos consiguieron huir a Egipto, Siria, Mesopotamia, o Persia. No todos los judíos fueron llevados al exilio a Babilonia, sin embargo. Algunos huyeron a Egipto a causa de las deplorables condiciones en Judá El rey de Judá (ciego y sometido) conservaba su título nominal (Jer 52:31) y los hebreos “valiosos” eran ubicados en cargos importantes de la administración imperial (Dn 1:19; 2:49). No obstante, los judíos se sentían “esclavos” ya que quien impartía los dictámenes en relación a la vida, el ritual y culto era el monarca babilónico (Daniel 3:10; 37). Los judíos estaban cautivados… (Jer 50:33). Ya no podrían regir sus vidas pues las fuerzas imperiales los conducirían hacia la idolatría, forma de vida en la que se priorizaba el materialismo (Je 52:30). En Babilonia, los judíos permanecieron casi 50 años. Acerca del Cautiverio en Babilonia,
Lo importante a destacar es que los babilonios no reemplazaron a la gente de Judá con otros cautivos como los asirios habían hecho en el Reino del Norte en el año 722 a.C. La tierra de Judá y de Jerusalén permaneció vacante durante setenta años contando desde la primera deportación y la última, hasta que Yahveh trajo un remanente de su pueblo de regreso a la Tierra Prometida.
El cronista nos dice en términos gráficos la razón del exilio (2 Crónicas. 36:14-16). “Se burlaron de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que la ira deYahveh se levantó otra vez contra su pueblo hasta que ya no hubo remedio.” Pero incluso este cautiverio fue una parte del plan de Dios.
El profeta Jeremías escribió su “himno fúnebre,” como las paredes quemadas. Lamentaciones de Jeremías describen las emociones agonizantes vívidas del profeta como él llora sobre Jerusalén y el pueblo escogido de Dios. El resultado de la cautividad de Babilonia fue una purgación por la idolatría del corazón del pueblo de Dios.
Dominio Persa
Ciro II el Grande permite el retorno de los hebreos a Tierra Santa. Siete decenios después, Dios transmitía al rey de Babilonia: “Tu imperio… será dado a los persas” (Dn 4:24; 5: 20-28). En el año 559 a. C.: Ciro II el Grande se convirtió en rey de Persia, y conquistó Babilonia en el 539 a. C. El imperio persa gobernó Asia occidental, incluyendo a Israel, hasta 332 a. C.
Como la mayoría de los grandes emperadores de la Antigüedad, Ciro permitió a sus súbditos practicar su propia religión en tanto que incorporasen al monarca y le hiciesen ofrendas. Respecto a los judíos, Ciro tomó la medida de acabar con su estatus de nación esclava, aunque la relación siguió siendo una de dependencia. Estas reformas se reflejan en el cilindro de Ciro y en los libros bíblicos de I Crónicas y de Esdras, que indican que Ciro sacó a los israelitas de la servidumbre en Babilonia y, por decreto, en 537 a.C., les otorgó la permisión para volver a la tierra de Israel y reedificar el Templo de Jerusalén, cosa que parte de ellos llevó a cabo.