Llegamos a los inicios del siglo V con esta primera versión de la Biblia, o colección de textos, llamada la Vulgata Latina recopilada por Jerónimo de Estridón. La Vulgata Latina, de esta serie, fue compilada sobre el análisis de manuscritos que no eran necesariamente los más fieles al original ni los más antiguos.
Pese a los errores, la Vulgata Latina fue la Biblia del mundo occidental por más de 1000 años, hasta que llegó la imprenta.
Alrededor de 1439, Johannes Guttenberg (1398-1468) empezó a desarrollar técnicas de impresión mecánica y cambió para siempre la forma en la que se reproducían los libros. El difícil trabajo que habían realizado los escribas copiando manuscritos letra por letra fue reemplazado por un sistema mecánico, que al margen de la producción masiva, permitía tener un control casi absoluto sobre la fidelidad de las copias.
La primera impresión masiva realizada por Johannes Guttenberg fue la reproducción de una edición de lujo de la Vulgata Latina que tomó seis años en completarse, desde el 1450 a 1456.
Al inicio del siglo XVI, un cardenal español llamado Francisco Jiménez de Cisneros (1437-1517) decidió producir una versión del Nuevo Testamento en griego. Al mando de un equipo de eruditos, Jiménez de Cisneros produjo una edición políglota de la Biblia. El Antiguo Testamento se presentó, recurriendo a los textos originales, en tres columnas: hebreo, latín y griego. El Nuevo Testamento se editó en griego porque la mayoría de manuscritos antiguos y/o originales de los textos estaban en griego.
Esta Biblia fue producida en Alcalá, España, y es conocida como la Complutense Políglota. Constaba de seis volúmenes y se terminó de imprimir alrededor del 1514. Su publicación fue retrasada hasta 1520 ya que siendo una producción oficial de la Iglesia Católica necesitaba la aprobación del Papa Leo X (1475 – 1521).
No se conoce con exactitud que manuscritos utilizó Jiménez de Cisneros para producir la Complutense y con qué criterio los seleccionó. Una pista sobre la procedencia de los manuscritos utilizados se encuentra en la dedicatoria que Jiménez de Cisneros escribe para las primeras páginas de la Complutense. En esta, Jiménez le agradece al Papa Leo X por los manuscritos griegos que le prestó para realizar la publicación por lo que podemos deducir que algunos de los textos que utilizó provienen de la Biblioteca del Vaticano.
Según Bart Erhman, reconocido erudito del estudio de la Biblia, a inicios del siglo XIX, un investigador danés llamado Moldenhawer visitó Alcalá para tratar de buscar en las bibliotecas de la región los manuscritos que podían haber servido como fuente para la edición complutense (además de los del Vaticano). Moldenhawer queóo sorprendido cuando descubrió que la biblioteca local si había conservado manuscritos griegos antiguos pero que estos habían sido vendidos, como desperdicios, a un fabricante de fuegos artificiales llamado Toryo en 1749.
El detalle es que la Complutense fue la primera edición impresa del Nuevo Testamento en griego y de la Biblia en general, pero no la primera en publicarse. Entre el 1514, año en el que se terminó de imprimir, y 1520, año en el que se publicó la Biblia Complutense Políglota, Erasmo de Rotterdam (1466 – 1536), un intelectual holandés, produjo y publicó una edición del Nuevo Testamento en griego y en latín. Erasmo tenía razones personales para publicar la Biblia en los dos idiomas.
Erasmo pretendía publicar en latín, entre otras razones, para corregir la Vulgata Latina producida por San Jerónimo como explica en esta frase:
“Sería justo que San Pablo se dirigiera a los romanos en un latín ligeramente mejor.”
Por otro lado, Erasmo quería también que la edición incluyera el Nuevo Testamento en griego porque sentía que el texto original había sido alterado por los escribas:
“Pero algo que los hechos dicen, y es claro, como dicen, hasta para un ciego, es que a menudo la torpeza o falta de concentración del traductor han alterado el texto en griego; a menudo el verdadero y genuino significado ha sido corrompido o alterado por escribas ignorantes que son autodidactas y que se duermen mientras realizan su tarea.”
La importancia de la publicación del Nuevo Testamento en griego radica en que la mayoría de los textos que componen el Nuevo Testamento fueron escritos originalmente en griego y podían servir como referencia para analizar la famosa Vulgata Latina y corregirla. Es decir, era una buena oportunidad para tratar de regresar a los textos originales de los evangelios y cartas del Nuevo Testamento.
Las circunstancias no fueron las más propicias y sucedió lo contrario.
Erasmo de Rotterdam produjo una versión apurada del Nuevo Testamente en griego que lamentablemente aún permanece como la base de la mayoría de nuestras Biblias modernas.
En Julio de 1515, Erasmo viajó a la ciudad de Basel en busca, casi desesperada, de manuscritos antiguos griegos para usarlos como base para su texto griego del Nuevo Testamento. Según varios investigadores como Bart Erhman, Erasmo no encontró demasiados manuscritos y tuvo que arréglaselas con lo que tenía. Al parecer, Erasmo se basó principalmente en un solo manuscrito griego del siglo XII para los evangelios, y en otro del mismo periodo para los Hechos de los Apóstoles y para las cartas.
Erasmo de Rotterdam y su socio Johan Froben (1460 – 1527) sabían que la edición de la Complutense estaba en proceso así que apuraron el proceso de producción y trataron de terminar el texto en griego lo antes posible. El trabajo fue tan apresurado que Erasmo no transcribió muchos de los manuscritos sino que se limitó a hacer anotaciones en los mismos y así los envió directamente a la imprenta.
Un ejemplo de la falta de rigor de Erasmo en la selección y análisis de los manuscritos utilizados para su Nuevo Testamento en griego está en los últimos versículos de su versión griega del libro de Revelaciones. Durante su investigación, Erasmo no encontró ningún manuscrito que incluyera el texto de este libro así que le pidió a su amigo Johannes Reuchlin (1455 – 1522) que le prestara un manuscrito de ese libro. Para mala suerte de Erasmo, la última página del manuscrito proporcionado por Reuchlin que contenía los últimos seis versículos del libro de Revelaciones era ilegible.
Ante la presión de entregar lo antes posible el texto a la imprenta para publicar su trabajo y ganar la carrera contra la versión Complutense Políglota de Jiménez, Erasmo decidió hacer trampa. Los seis versículos faltantes del final de libro de Revelaciones los tomaron de la Vulgata Latina, escrita en latín, y los tradujo al griego.
Este es un solo un ejemplo de los errores que Erasmo cometió por apuro y por falta de rigor. El mismo reconoció que el libro estaba lleno de errores.
Si bien es cierto que en las ediciones posteriores se trató de corregir estos errores, el problema principal era que la mayor parte del texto había sido tomado de manuscritos no muy antiguos, mayormente del siglo XII, y no muy confiables. Es decir, las correcciones de las ediciones posteriores solo eran parches que no solucionaban el problema de fondo.
Los errores cometidos por Erasmo son trascendentales pero a pesar de todos estos errores y probablemente como consecuencia de ser la primera Biblia editada en una imprenta en forma masiva, su versión fue reeditada y tomada como base para muchas otras ediciones posteriores del Nuevo Testamento en griego. Una de ellas, de 1633, presentaba el texto con la siguiente frase:
“Ahora usted tiene el texto que ha sido recibido por todos, en el que no hemos entregado nada cambiado o corrompido.”
Evidentemente, no es cierto porque el texto de Erasmo fue un texto hecho a base de unos cuantos manuscritos griegos que no eran los más antiguos o los más fiables. De la frase anterior se derivó el nombre “Textus Receptus” para denominar a esta versión del Nuevo Testamento en griego que pese a sus innumerables errores se convirtió en la nueva versión “oficial” de la Biblia por más de trescientos años, hasta finales del siglo XIX.
La Vulgata Latina cedió el trono al no mucho mejor Textus Receptus de Erasmo.
Lo terrible es que, con el tiempo, el Textus Receptus no solo fue reeditado varias veces en griego, sino que una vez que la Iglesia permitió la traducción de las escrituras a las lenguas locales, al final del siglo XVI, este se convirtió en el texto base para todas las Biblias que se empezaron a publicar en el mundo. Las primeras Biblias traducidas al alemán, inglés, español o francés usaron como base, para el Nuevo Testamento, el texto apurado del Textus Receptus.
Una vez más, la supuesta palabra de Dios parecía más humana que nunca…
Biblias tan famosas como la King James Bible o la Biblia de Casiodoro de la Reyna estaban basadas en el Nuevo Testamento en griego del Textus Receptus. La ambición intelectual de Erasmo, su falta de responsabilidad y su desmesurado apuro han dejado un legado que ha llegado hasta nuestros tiempos porque el Textus Receptus es, de alguna manera, la base del texto de la mayoría de las Biblias que tenemos en nuestras casas.
Pero la reforma llegaría con Westcott, Hort y el gran cazador de manuscritos Von Tischendorf, aunque no serviría de mucho.