La mayoría de las traducciones castellanas, cuando traducen las primeras palabras del Maestro en el comienzo de su misión en Israel, lo hacen de la siguiente manera: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de los cielos se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. Desde entonces, el término “evangelio” ha sido la expresión favorita para referirse, principalmente, a los dichos y enseñanzas del Mashiyah como aparecen en los cuatro libros identificados como “Los Evangelios”, por contener, específicamente, los dichos y enseñanzas salidas directamente de los labios del Maestro’.
Ahora bien, aun cuando “evangelio” es un término sumamente popular y diseminado en todo el mundo hispano, cuando recordamos que Yahshua no habló ni enseñó ni en castellano ni en griego, sino en hebreo, todo el mundo entonces reconocerá que él no usó nunca el término “evangelio” para definir lo que su pueblo judío, su audiencia inmediata en aquellos días, debía recibir y creer. Si estamos de acuerdo en que, cuando estas palabras salieron por primera vez de los labios de Yashua fueron dichas en hebreo, entonces debemos buscar qué palabra hebrea está detrás del griego “evangelio”, pues solamente así podremos entender cuál es la naturaleza específica y el mensaje maravilloso escondido en el término.
El Dr. Philip E. Goblez sugiere que el término hebreo es “B’sorah”, basado tal vez en el uso que aparece en algunas partes de las Escrituras (1 Reyes 1:42; 2 Sam. 4:10, etc.) Por su parte, el Theological Wordbook of the Old Testament (Palabras Teológicas del Antiguo Testamento), declara: “La raíz es común en los idiomas semitas, siendo encontrado en akkadian, arábigo, ugarita, etc. El significado de la raíz es “traer noticias, especialmente relacionadas con las acciones de la guerra”. Así que, en cierto sentido, B’sorah, coincidiendo con Goblez, afirma que significa una “buena noticia”, pero según Friedrich’, aunque b’esorah, es “noticia”, no necesariamente es “buenas noticias”, porque podría ser todo lo contrario, “malas noticias” (2 Sam. 4:10).
Sin embargo, no pudo ser “b’esorah” lo que saliera de los labios del Maestro, porque eran, exclusivamente, buenas noticias, no malas noticias para Israel ni para el mundo. A fin de llegar al corazón hebraico del término, tenemos que partir de una regla sencilla y lógica: las palabras técnicas especialmente dichas por Yahshua, tienen su contrapartida o son bien sustentadas o simplemente provienen, exclusivamente, del judaísmo mismo.
Por esta regla sabemos que ni “evangelio” ni “b’esorah”, fueron términos usados ni conocidos por el Judaísmo del Segundo Templo, donde tuvo lugar la vida de nuestro Maestro.
El problema es como sigue: Si “b’sorah” fue ampliamente conocido, ¿por qué no encontramos rastro alguno de esta palabra en toda la literatura judía de la época, ni en Filón, ni en Josefo ni en la Mishnáh ni el Talmud -que aun siendo documentos posteriores desde el punto de vista cronológico, expresan conceptos bien conocidos en el Judaísmo del Segundo Templo?
En otras palabras, como en los manuscritos griegos aparece el término “evangelio”, pero sabiendo que detrás del texto griego yace un texto hebreo que le sirvió de entorno histórico natural, forzosamente Yahshua tuvo que haber usado un palabra hebrea para el término traducido al griego como “evangelio”, y esta palabra hebrea fue ampliamente conocida y entendida por su audiencia judía cuando les habló la primera vez, porque no hay mayor explicación de la misma.
¿Qué otra palabra aparte de la descartada B’sor-ah podría haber existido? Debemos recordar que según la opinión del escritor de Hebreos, el evangelio no fue predicado la primera vez en Israel, sino en Sinaí, y no por Yahshua. Sino por Moisés, el primer redentor.
En Hebreos 4:1,2, según la traducción más popular, leemos: “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron”
El texto griego traducido popularmente como: “A nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos” reza de la siguiente manera: “xav yap eQjuev evpyye)Ao¡uEVOL xa9anep xaxgwoC’, pero su traducción literal sería: “Porque también fuimos (estamos) evangelizados lo mismo que ellos (aquellos)…” De aquí es evidente que la “evangelización” no es un asunto nuevo o reciente, sino que ahora hemos sido “evangelizados” como antes lo fueron “ellos” o “aquellos”. Preguntémonos: “¿Quiénes son “aquellos”? La única respuesta apropiada es, “los hijos de Israel en el desierto” que es de quienes se habla aquí. Así pues, ellos fueron “evangelizados” antes de entrar en Israel y antes del nacimiento de, Yahshua Ha Mashiyah.
Por lo tanto, la palabra que ellos (la generación de israelitas que salió de Egipto) oyeron fue el “evangelio”, porque por medio de aquella palabra fueron “evangelizados”. Si creyeron o no en aquel “evangelio” que les fue proclamado, es un asunto irrelevante a los efectos de nuestro análisis. El punto es que el “evangelio” fue conocido por los israelitas antes de entrar en la tierra de Israel y antes de Yahshua. Por lo tanto, cuando Yahshua habló del “evangelio” debió referirse a algo que su audiencia de entonces conocía bien, desde mucho tiempo antes, porque formó parte del fundamento mismo de las enseñanzas de nuestros padres especialmente dadas por medio de Moshé.
No podemos cometer el error entonces de identificar las “Buenas Noticias” (Evangelio) como algo diferente entre “ellos” y “nosotros”, porque al hacerlo, torcemos el significado preciso que tienen las Escrituras. Por otro lado, si alguien afirma que el “evangelio” es la buena noticia del perdón de los pecados, debemos recordar que esto fue conocido y experimentado desde antes en el pueblo de Israel, porque está escrito: “YHWH, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente el culpable; que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta los terceros y hasta los cuartos. Perdona ahora la iniquidad de este pueblo según la grandeza de tu misericordia, y como has perdonado a este pueblo desde Egipto hasta aquí. Entonces YHWH dijo: “Yo lo he perdonado conforme a tu dicho”. (Números 14:18-20)
Por su parte el rey David escribió por la Rúach HaKodesh (Espíritu de Santidad) “Cuán feliz es aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado… Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día… mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad Dije: Confesaré mis transgresiones al Eterno; .v tú perdonaste la maldad de mi pecado”. (Salmo 32)
¿Sobre qué base vamos a decir que “ellos” no conocieron de perdón, de gracia y de misericordia? El escritor de Hebreos dice, en Hebreos 4:2 afirma que el “evangelio” fue predicado a ellos como a nosotros, pero que el problema fue que el testimonio hablado que les dio Moshé, no les aprovechó por no ir acompañado de “emunah”, de fe obediente. Si recordamos con el profeta Yirmiyahu (Jeremías), que al principio Yahweh no habló a los hijos de Israel de las leyes levíticas, de los ceremoniales de los sacrificios y de las leyes del holocausto que vinieron después, sino solamente de ser un reino formado por sacerdotes y gente apartada del pecado para él, obedientes a Yahweh y procurando tener una relación íntima con él, que fue su meta original (Exodo 19:5,6; Jeremías 7:21-28), entonces, antes de la introducción del sistema levítico, los hijos de Israel oyeron el “evangelio”.
Como la carta a los Hebreos, no está dirigida a gentiles o a creyentes de origen gentil, sino a Judíos, es decir, un judío que escribe a otro judío que lee, entonces el “nosotros” y el “ellos”, no es entre gentiles y judíos creyentes en el Mashiaj. Esto es bien notable en los escritos de Saul, como es evidente por ejemplo, en Efesios 1:2-12 donde el tema son los judíos y a partir del 13 se incluye a los gentiles.
Así que en Efesios el “nosotros” y el “vosotros” indica una relación entre judíos y no judíos, pero este no es el caso en Hebreos 4, donde el “ellos” y el “nosotros”, no es una designación entre judíos y no judíos, sino entre judíos que creyeron y judíos que no creyeron. La distinción evidente en otras cartas, está absolutamente fuera de contexto en el caso de la carta a los Hebreos.
El escritor de Hebreos está hablando de un mismo pueblo donde una vasta mayoría no tuvo emunah y un remanente sí la tuvo. Él se ve a sí mismo como parte de ese remanente que forma parte de un mismo pueblo, no de un pueblo distinto. Por otro lado, no es que haya un camino de salvación para ellos, los judíos en Sinaí, y ahora otro camino de salvación diferente para los judíos de los días del Mashiyah es un mismo “evangelio”. En otras palabras, Yahshua habló de la misma promesa que habló Moshé y los padres. Y cuando al escritor de Hebreos habló a los judíos, les habló de la misma promesa que habló Moshé y los Padres y que Yahshua confirmó (Ro. 15:8).
Volviendo a Hebreos 4:2, es importante aclarar algunos conceptos. Dice el texto: “Pero no les aprovechó el oír la palabra o también “la palabra del oír”.
¿Qué es la “palabra del oír”? En el judaísmo hay una diferencia entre el concepto traducido al griego como — logos” y el concepto traducido como “akoes”.
“Logos” traduce “palabra hablada que se escribió”, esto es, Toráh Escrita; y “akoes” se refiere a la Toráh Explicada, es decir, la exposición oral de lo que se escribió. Cuando las Escrituras, siguiendo la fórmula acostumbrada, dicen: “Y el Eterno habló a Moshé diciendo…” el término “diciendo” indica que el Eterno estaba autorizando a Moisés no solamente a escribir, sino a pasar oralmente, el significado de lo escrito. Esto es lo que explica por qué Eva y sus hijos conocieron de las instrucciones que solamente fueron dadas en un principio a Adán. ¿Cómo lo sabemos? Porque está escrito: “Y mandó YHWH al hombre, diciendo… (Gen. 1:16). Pues, cada vez que la Escritura usa el término “diciendo”, significa no solamente “conoce esto”, sino también, “pásalo a tu descendencia, asegúrate de que ellos conozcan estas instrucciones que yo te doy”.
Un principio del judaísmo es que cuando dos personas conversan de un asunto, ninguno de los dos puede pasar a un tercero el tema de la conversación sin el permiso específico del otro. De lo contrario se considera un chisme, lashón hará, mala lengua. Así pues, cuando Yahweh habla a Moisés, autoriza también a escribir y enseñar a los hijos de Israel el significado de los mandamientos; de lo contrario, Moisés y solamente Moisés se habría quedado con la revelación recibida.
Esto es lo que se conoce académicamente como Toráh Escrita (Heb. “Toráh Shebiktav”) y Toráh Oral (Heb. “Torah Shebeal Pé”). ¿Cuál fue el problema entonces? Que no creyeron ni obedecieron lo que Moshé les había dicho, tanto en forma escrita como explicado en forma oral. En otras palabras, no tuvieron fe obediente. Recordemos que “fe” traducido al griego como “pistis”, viene del hebreo “emunah”, que significa “fe obediente”, “fe que obedece” o “fe que se expresa en una forma de vida acorde a lo que se cree”.
Sin embargo, para los helenistas y filósofos griegos, “pistis” significa “convicción” de la existencia de algo: “Tengo la convicción de que Di-os existe” o “Tengo la convicción de que Yahshua es el Hijo de Di-os, que murió y resucitó al tercer día”. Pero “emunah” significa, “apegar mi vida a lo que creo, obedecer lo que creo, hacer y vivir conforme lo que creo”.
De ahí viene: “No seáis oidores olvidadizos, sino hacedores de la palabra”. Dicho de otra manera: son mis hechos diarios los que muestran y confirman mi fe, no mis convicciones intelectuales aisladas de mi forma de vida. Hay millones de personas que están convencidas de que “Yahshua es Adón y Di-os le levantó de los muertos al tercer día”; pero no viven lo que creen, pues la mayoría de las veces la influencia del racionalismo griego les ha creado una esquizofrenia teológica, por la cual se les ha dividido la fe de la obediencia. Son estos lo que escucharán de Yahshua decirles: “Apartaos de mí, no os conozco, hacedores de maldad”, porque: “No todo el qué me dice: “Adón, Adón”, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Mat 7:21
¿Cuál es entonces la palabra hebrea para hablar de las buenas noticias que ellos “oyeron por la boca” de Moshé? La respuesta está en mirar el texto hebraico como es corroborado luego por la literatura hebrea del mismo período. Hebreos 4:2 lo expresa así: “Ki gam eleinu ba-a ha Mazoret kemo aleihem aj lo ho-il la hem devar ha shemu-a mi penei asher lo hit-arev be emuna la shomeim”. Y es aquí que nos encontramos con el término “Mazoret” para decirnos la palabra hebrea que se tradujo al griego como “evangelio”.
En Pirke Avot, un libro judío que ha preservado la memoria de las enseñanzas éticas de muchos de los padres del judaísmo, encontramos la siguiente declaración: 5:7, -,Ibn Su traducción libre sería: “Moshé recibió la Toráh desde Sinaí y la trasmitió oralmente a Yahshua”. La traducción “y la trasmitió oralmente” es la manera de explicar el término hebreo “Mazoret”, esto es, la explicación o exposición de lo dicho previamente por los profetas y que se enseña oralmente a los discípulos. Así que detrás de “Evangelio” subsiste “Mazoret”, esto es, las promesas dadas a Israel desde los días de Avraham y Moshé y los Profetas (El Tanaj) que fueron escritas y explicadas oralmente de generación a generación.
Cuando Kefa (Pedro) habló a una audiencia judía en Yerushaláyim afirmó: “Esto es lo dicho por el profeta…”, “para vosotros es la promesa…” (Crónicas de los Apóstoles 2:16, 39). Cuando Saul habla en una sinagoga, dice: “De la descendencia de éste, y conforme a la promesa, YHWH levantó a Yahshua por redentor a Israel”. (Crónicas de los Apóstoles 13:23) Cuando escribe una de sus cartas a los creyentes de origen gentil, usa las siguientes expresiones: “Apartado para trasmitir oralmente la promesa que él había prometido antes por sus profetas en las Sagradas Escrituras , acerca de Su Mashiaj … del linaje de David” (Ro. 1:1-3).
Cuando Yahshua dice entonces: “Arrepentíos y creed en el evangelio, porque el tiempo se ha cumplido”, lo que estaba diciendo era: “Arrepentíos y creed obedientemente en las promesas de la redención dadas y explicadas oralmente a nuestros padres porque el tiempo para su cumplimiento ha llegado”.
Así pues, Yahshua no trae un nuevo “evangelio” diferente y en oposición a lo dicho previamente por nuestros padres, por Moisés y por los Profetas, en el Tanak sino que anunciaba que ahora había llegado el tiempo y la persona; para que, aquello que había sido prometido y trasmitido de generación en generación, tuviera al fin su cumplimiento. Esto hace de las enseñanzas de Yahshua, no una discontinuidad sino una continuidad con el mensaje eterno que salió de la boca del Altísimo y que ha sido preservado en la Toráh Escrita y explicada de generación en generación en los labios de los profetas, según el testimonio que ahora tenemos en forma escrita.
La inmensa mayoría de la cristiandad se imagina que “evangelio” consiste únicamente en la predicación del perdón de los pecados a los que no conocen de esta salvación y de esta esperanza. Pero en el judaísmo, “Mazoret”, la base hebrea para “evangelio”, es mucho más que eso.
Por ejemplo, cuando Saul escribe a los creyentes de origen gentil en Roma, supuestamente ya estaban perdonados; no obstante, les informa que uno de sus propósitos es predicarles a ellos también el “evangelio”, pues dice: “Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma” (1:15). ¿Cómo predicar el “evangelio” a los que ya lo habían recibido? Es que “evangelio” no expresa la totalidad del concepto hebreo “Mazoret”, esto es, las promesas de la redención final que han sido preservadas de generación en generación desde los días de Avraham avinu, por mano de Moshé y los Profetas (El Tanak) y que han sido dadas a cada generación hasta que llegara Mashiyah.
Estas promesas de redención, que incluían el perdón de los pecados intencionales, Daniel 9:24 , la proclamación del Reino de Dios como preparación previa para el establecimiento del Reino en los Cielos la inclusión de los gentiles que harían su conversión al Dios de Israel y la aceptación de su Mashiyah, abandonando su idolatría, el derramamiento de la Rúach Ha Kodesh,( Espíritu de Santidad) el repartimiento de dones espirituales y la manifestación de los atributos divinos en la vida de los hijos de Israel, los Apóstoles para capacitarles en aquello que es la meta final de la promesa, y las bendiciones futuras en la tierra de forma completa. Esto fue un asunto bien conocido por la audiencia judía de Yahshua en los días de su carne.
Así que, aun cuando tal vez le faltó el lenguaje preciso, esto es lo que da la razón a Green cuando afirmaba que “evangelio” debió ser “un término bien conocido por la audiencia” de nuestro Maestro. Es importante tener en mente todo el tiempo que en el término Mazoret, está incluido también el concepto de las leyes que regirían para los gentiles toda vez que la conversión de los gentiles, su abandono de la idolatría y su búsqueda del Elohim de Yaakov, formó parte de la promesa dada a Israel.
Esto es lo que explica por qué fue imperativo para Saul ir también a la comunidad de creyentes en Roma, formada ahora exclusivamente de no judíos, como veremos allá, porque el “evangelio” es decir, “Mazoret” es la palabra que trae no solamente el sabor, sino la protección apropiada a esas promesas.
En el judaísmo, “Mazoret”, traducido al griego como “Evangelio” tiene como intención fundamental no añadir nada a la Toráh Escrita ni sustraer nada de la Toráh Escrita, todo lo cual está prohibido (Deuteronomio 4:2), sino más bien, cuidarla y protegerla.
En Pirke Avot (1:1), hablando del legado de los hombres de la Gran Asamblea, encontramos la siguiente declaración: “Estos expusieron tres máximas: “Sed circunspéctos en vuestro juicio. Instruid a muchos discípulos. Y alzad un cerco protector alrededor de la Toráh”.
Por lo tanto, separar Evangelio de las promesas de la Toráh es un desastre a la recta interpretación de las Escrituras hebreas, porque justamente es lo que nos permite comprender su real significado y vislumbrar sus promesas. Saul quería ir a Roma para “corregir” las malas enseñanzas que allí se habían levantado y para ello deseaba “predicarles el evangelio”, esto es, poner la cerca alrededor de lo que había sido enseñado para que no interpretaran mal el texto sagrado, a Yashua, sus dichos, sus obras, su persona, así también como la misión que a él de manera especial se le había encomendado.
Cuando, precisamente en Roma, la gran preocupación de Saul, los líderes de origen gentil se divorcian de esta savia del olivo natural, ignorando que “Mazoret” (“evangelio”) es la “cerca de protección” trasmitida de generación en generación y confirmada por Yahshua, comienzan a hacer sus propias interpretaciones de los dichos de Yahshua y de su persona, el resultado no se haría esperar: interpolaciones, torcimientos, falsificaciones, distorsiones, tanto de Yahshua, de sus dichos y su persona, como de las enseñanzas de los shaliajim (apóstoles) que explicaban la riqueza de los dichos y enseñanzas de Yahshua, su Mazoret. Tristemente, el resultado de esas distorsiones y añadiduras luego se vendió al mundo como ortodoxia, cuando en realidad era heterodoxia.
En los Mazoret tenemos entonces la riqueza de esas promesas y a la persona en quien y por quien esas promesas entran en el período de su cumplimiento. Tanto los judíos como los no judíos, pueden echar ahora mano de ella
En cuanto a los gentiles, el problema que se dio en un principio no fue intentar buscar su porción en esas bendiciones, sino hacerlo por otro medio diferente al que fue dado a través de Yahshua, es decir, pretender que solamente haciéndose judíos según el rito de Moshé y la observancia de las leyes y las costumbres propias del judaísmo, los creyentes de origen gentil tendrían acceso a la herencia del Reino.
Pero superado ese escollo por la doctrina clara y explícita de los apóstoles, luego se levantó otro, su opuesto: negarles a los creyentes de origen gentil, su porción de la herencia, en el olivo natural; y desconectarlos de la rica savia de ese olivo que es sostenido por la raíz de Isaí.
Las palabras de, Yahshua ben Yosef, de la Casa Real de David, tienen ahora, colocadas en su entorno hebraico original, que es el aporte que ofrece la posibilidad de superar este segundo escollo y propiciar que, al fin, judíos y no judíos, unidos en él, podamos concluir la misión de la redención final que ha sido confiada a todos los creyentes que son de Yahshua ha Mashiyah.
Conscientes, pues, nos hemos esforzado en presentar los dichos y enseñanzas de Yahshua dentro de su contexto hebraico natural debido a que ha sido probado históricamente que provienen de testigos oculares o de discípulos íntimos de los que fueron testigos oculares de la vida y enseñanzas del Maestro.
Con este comentario lo que pretendemos es que el lector pueda comprender que “b’esorah” traducido como “evangelio “lo mismo puede significar buena noticia que mala noticia, dependiendo de las circunstancia de los hechos, especialmente en un campo de batalla. Pero el termino hebreo Mazoret es el apropiada para “evangelios” ya que anuncia buenas noticias, prometidas por la Torah, Los profetas y Los salmos ( El Tanakh) de generación en generación , y cumplidas por el Mashiyah con la manifestación de su Reino
Nota: Estimado lector, habrás observado que en los temas de la Web, hemos puesto los nombres originarios que se registran en el Tanakh. (A.T.) Como YHWH, Yahweh, la w doble la incorporamos por la pronunciación, también el de Jesús por Yahshua, al igual que el de Cristo como Mashiyah, y algunos más. Siempre es conveniente recuperar las raíces de esos nombres originarios porque ellos tienen un gran significado profético. S.LL.M.