A pesar de que el fariseísmo enfatizaba la obediencia a la Ley, Yashua criticó a los fariseos por causa de sus palabras piadosas carentes de actos correspondientes.
Es interesante notar que el Talmud de Jerusalén también critica a los fariseos de manera semejante. El Talmud describe siete distintos tipos de fariseos, cinco de los cuales son hipócritas, y dos que son buenos: (1) El fariseo “de hombro” exhibía sus buenas obras delante de los hombres como si portara una medalla de honor sobre su hombro o pecho. Yeshúa comenzó sus denuncias con la mención de este tipo de fariseo (Mat. 23:4). (2) El fariseo “espera para ver” le pediría a alguien que esperara un momento para que le pudiera ver realizar alguna obra de caridad. (3) El fariseo “ciego” cerraría sus ojos para evitar ver a alguna mujer, aunque tuviera que tropezar o golpearse contra la pared. (4) El fariseo “mortero” caminaba con la cabeza baja para evitar ver alguna tentación. (5) El fariseo “contador” siempre estaba contando sus buenas obras para saber si contrarrestaban sus malas obras. Los dos fariseos buenos eran: (6) El fariseo “temeroso de Elohim”, quien era un hombre justo y virtuoso como Job, y (7) el fariseo “amador de Elohim”, que tenía un verdadero amor a Elohim como lo tenía Abraham (Moseley, 110).
Tanto el Nuevo Testamento como la literatura judía describen a varios fariseos justos, sinceros y honestos. Nicodemo (Juan 3:1) y José de Arimatea creyeron el mensaje de Yashua y se esforzaron en seguirle (Juan 7:50; Juan 19:39; Mar. 15:43). Gamaliel, el maestro de Pablo, apeló para que fueran más tolerantes con los discípulos de Mashiaj. En por lo menos una ocasión, algunos fariseos le informaron a Yashua que Su vida peligraba, y otros demostraron su hospitalidad al Maestro (Luc.13:31, 7:36, 11:37, y 14:1) (Moseley, 111). Saulo de Tarso, era fariseo (Hech. 23:6).
Yahshua y los Fariseos
Dentro del fariseísmo había gran discordia entre la Escuela de Hillel y la Escuela de Shammai. Hillel era más compasivo en su interpretación de la Ley que Shammai, quien era bastante conservador e intransigente. La Escuela de Hillel resumía la Ley de la siguiente manera: “Lo que ustedes no quieran que otros les hagan, no se lo hagan ustedes a ellos; ésta es toda la Ley, y el resto es simple comentario”. Esta expresión es muy semejante a la famosa frase de Yahshua, conocida como la Regla de Oro: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mat. 7:12). A manera interesante, muchos de los ataques contra Yahshua provenían de la Escuela de Shammai, más vinculada a los saduceos, parece ser que algunas de las enseñanzas de Yahshua parecían estar relacionadas con algunos de los principios básicos del fariseísmo, entonces, ¿cómo explicamos la fuerte condena de Yahshua contra los fariseos? Los acusa de ser hipócritas y pretenciosos, culminando con la terrible frase: “¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación de la gehenna?” (Mat. 23:33).
Se debe destacar que la mayoría de los siete “ayes” tienen que ver con la forma en que los fariseos practicaban la Ley, y no con lo que decían. Yahshua comienza sus condenas con lo siguiente: “…hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí” (Mat. 23:5-7).
Las filacterias son pequeñas cajas que contienen una escritura bíblica, las que todavía se amarran los hombres judíos sobre su frente y brazo izquierdo. Elohim ordenó que los hombres judíos usen tanto las filacterias como los flecos en las esquinas de sus mantos (Exodo 13:9, 16 y Números 15:37-41). Sin embargo, muchos fariseos decoraban estos símbolos significativos con adornos pretenciosos para impresionar a los demás. La Mishná menciona que algunos fariseos tenían flecos en sus mantos de oración tan largos que arrastraban tras ellos mientras caminaban. Otras de las actitudes orgullosas mencionadas por Yashua quizás también las podamos encontrar en nuestros propios corazones.
Cuando Yahshua criticó el contenido de las enseñanzas farisaicas, lo hizo en referencia a Ley Oral y no a la Ley Escrita. Se refirió a la Ley Oral con el término “tradiciones de hombres”, la cual era tan venerada como las Escrituras (Mat. 23:16-22,23). Yahshua dijo: “Bien invalidáis el mandamiento de Elohim para guardar vuestra tradición” (Mar. 7:9; Mat. 15:3).
Estas “tradiciones de hombres” habían sustituido y, en ocasiones, invalidado los mandamientos de la Palabra escrita de Elohim. Yahshua criticó la autoridad de quienes se sentaban en la cátedra de Moisés, pues dijo: “todo lo que Moisés dice que guardéis, guardadlo y hacerlo”, pero no imitéis su conducta porque dicen y no hacen. (Mat. 23:2,3). (Nota esta es la forma que se debe de verter este texto para no contradecir su contexto) Pero muchas de las demandas minuciosas de la tradición oral representaban una carga demasiado difícil e innecesaria, con las que los fariseos presionaban al pueblo (Mat. 23:4). No pudieron mantener una consistencia entre la tradición y la Ley escrita, por lo cual se convirtieron en “ciegos guías de ciegos” (Mat. 15:14; 23:16-26). Aún nosotros los creyentes nos debemos cuidar de no considerar ciertas “doctrinas” que carecen de base escrituraria como si estas “tradiciones de hombres” fueran Palabra de Elohim.
La preocupación excesiva de los fariseos con lo externo en contraste con el cambio interno del corazón inevitablemente los condujo a que ignoraran las cosas más importantes de la Ley (Mat. 23:23). “…pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Yahveh mira el corazón” (1 Sam. 16:7) Yahshua citó a Isaías cuando les dijo: “Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado” (Is. 29:13; Mar. 7:6-7).
Por medio de los “ayes”, Yahshua enseñó que enfatizar la apariencia externa antes del corazón era como limpiar “lo de fuera del vaso y del plato”, mientras permanecían “llenos de robo y de injusticia”. Eran como “sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, más por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia” (Mat. 23:25, 27). Les dijo: “Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio” (Mat. 23:26).
¿Qué Significa Esto para Nosotros?
De manera ideológica, el fariseísmo era bueno porque tenía intención de que las personas vivieran vidas rectas delante de Elohim. Aunque ya no existe una secta judía exactamente como la de los fariseos, podemos aseverar que el contemporáneo grupo de los conservadores guardan gran parecido a ellos, con algunas de sus cualidades buenas como malas que los hacen un tanto controversiales (Moseley, 116).
Debemos agradecerles a los fariseos algunas de sus contribuciones. Primeramente, fueron los fariseos quienes preservaron para nosotros las Escrituras Hebreas (Antiguo Testamento). Vivían con la expectativa de ver la llegada del Mashíyah, y de este grupo salieron muchos de los primeros creyentes en Yahshua el Mashíyah Hch 15:5. (Moseley, 117). Además, los fariseos lucharon ardientemente por proteger y preservar la nación de Israel.
Es importante reiterar que las enseñanzas de Yahshua eran algo más semejantes a las de los fariseos que a cualquiera de las otras sectas judías. Quizás fue esa la razón por la que se molestaba tanto con ellos. Al declarar que “en la cátedra de Moisés se sientan”, Yahshua confirmaba la autoridad de su mensaje, pero denunciaba su práctica.
Yahshua anhelaba que Su pueblo Israel lo reconociera. Los fariseos esperaban al Masíyah, pero no lograron reconocer al “verbo hecho carne”, la revelación de Elohim al hombre, por medio de su Mesías en cumplimiento de la Torá.
Sorprendentemente, fue al final de esta serie de denuncias que Yahshua demostró cuánto amor y compasión sentía por Su pueblo. Estando sobre el Monte de los Olivos, lloró sobre Jerusalén y dijo: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mat. 23:37).
Yahshua no estaba rechazando a los fariseos ni a Su pueblo. Al contrario, les estaba dirigiendo un fuerte mensaje profético para que se arrepientan de corazón y establezcan una relación correcta delante de Elohim. Las obras justas vendrían como resultado de su comunión con Elohim y una vida justa, contrario a las obras basadas en un conocimiento intelectual y cumplimiento religioso. De la misma manera, si carecemos de una relación íntima con Elohim, y hacemos obras basándonos en esfuerzos legalistas en lugar de que sean producto de nuestra fe (Ef. 2:8-9), son en vano e impiden que nos acerquemos a Elohim.
Éste es el mensaje central para todos nosotros. Mirémonos como en un espejo. ¿Seremos igualmente culpables de lo mismo que los fariseos y escribas? ¿Hemos eliminado todo el orgullo y egoísmo de nuestra propia vida? ¿Obedecemos la Palabra de Elohim simplemente por cumplir con un deber religioso, o brotan nuestras acciones justas de lo más profundo del corazón como una expresión de nuestro amor y nuestra relación genuina con Él? ¿Nos encontramos predicando una cosa y haciendo otra? ¿No hemos sido todos hipócritas en algún momento durante nuestro caminar con el Maestro…o tal vez en estos instantes?
No podemos vestirnos externamente de la justicia de Elohim como si fuese una prenda de vestir, sino que debe venir desde el interior. “…por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Elohim, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en El Mesías Yashua…¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida…” (Rom. 3:23-24, 27a).
Ninguno de nosotros es justo por nuestro propio mérito. Isaías dijo: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia…” (Is. 64:6). Sólo podemos alcanzar la justicia cuando reconocemos y renunciamos a nuestro pecado, aceptando por fe la obra redentora del Mesías. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Elohim en él” (2 Cor. 5:20b, 21)”
El apóstol Yaakov/Santiago señaló lo siguiente: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (Sant. 2:17). Dijo además: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Sant. 1:22).
Ésta no es una contradicción, sino una declaración de que si tuviésemos verdadera fe y una íntima relación con Elohim, nuestra vida llevaría mucho fruto como resultado natural e inevitable de esa fe. Pablo le escribió a los Gálatas: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de El Mashíyah han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gál. 5:22-25).
Este mensaje a los fariseos debe ser una advertencia para que cada uno de nosotros examinemos nuestro corazón y nuestra vida en el espejo de Elohim. Sólo así Su luz podrá alumbrar al mundo por nuestra palabra y nuestro hecho.
Un tema de S.LL.M. Para Edificación Bíblica Cristiana. (www.sallomo.es)