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¿Qué puede decirse del infierno del que tanto oímos en las iglesias populares? Si el destino de todos los inicuos es destrucción completa, como veremos más adelante ¿de qué sirve un lugar como el infierno, en el cual se nos ha enseñado a creer? Porque se dice que es tan necesario para la recepción de los inicuos, como el cielo de la teología popular lo es para los justos.
Si los inicuos han de ser destruidos en el sentido de ser borrados de la existencia, y si hay un lugar como el infierno, cuando se haya completado la destrucción, quedará totalmente vacío. ¿Es que, también, ha de cesar de existir así como aquellos que estaban destinados a ser sus eternos habitantes, o es que no existe semejante lugar? Cualquiera que sea el lugar que a los inicuos se les permita ocupar por una temporada, es evidente que ha de venir el tiempo en que no lo ocuparán más; porque el salmista dice: “Pues de aquí a poco no existirá el malo; observarás su lugar, y no estará allí” (Salmos 37:10).
Sin embargo, esto no significa que Dios tiene un lugar en particular asignado para los inicuos en el cual todos han de ser reunidos para ser sometido a torturas, y que ese lugar ha de dejar de existir. Sencillamente significa que cuando los inicuos cesan de existir, no podrán ser encontrados en ninguna parte, porque no habrá lugar asignado para la permanencia de nadie, sino para aquellos que estén aptos para disfrutar bendiciones eternas.
De ahí que Job dice, cuando por un momento perdió de vista la esperanza de salvación: “Los ojos de los que me ven, no me verán más; fijarás en mí tus ojos, y dejaré de ser. Como la nube se desvanece y se va, así el que desciende al Seol no subirá; no volverá más a su casa, ni su lugar le conocerá más” (Job 7:8-10). Por lo tanto, el “lugar” de los inicuos es el que ocupan en esta vida y cuando sean “consumidos y se desvanezcan”, ningún lugar será profanado por su presencia en todo el universo de Dios.
La teoría popular es que Dios creó esta tierra para que el hombre la habitara sólo en esta vida; y que debido a que su intención era separar el bien del mal cuando sus supuestas almas inmortales abandonaran sus cuerpos al momento de la muerte, necesariamente debía haber dos lugares preparados. Se supone que el lugar para la morada eterna de los buenos es el cielo, y que para los inicuos es lo que se ha llamado el infierno. Ahora bien, tenemos un relato de la creación del cielo y la tierra, pero ni una palabra se dice acerca de la creación del lugar que la gente popularmente llama infierno.
Evidentemente el cielo es el lugar donde habita Dios; y la tierra fue creada como un lugar para que la habite el hombre. Se ha dicho: “Porque así dijo Yahweh, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó” (Isaías 45:18).
Si efectivamente Dios creó un infierno para que fuera “habitado” por una población humana mucho mayor de la que hubo jamás en algún tiempo en esta tierra, y de la que alguna vez habitará en los cielos, ¿por qué es que un lugar tan importante no fuera mencionado cuando se dio el relato de la creación del cielo y la tierra en el principio y que se menciona en diversos lugares de las Escrituras? Sería el primer lugar que se ocuparía después de la tierra; porque se afirma que la sentencia que Adán trajo sobre sí y su posteridad era una que consignaba a todos a tormentos interminables, y que la salvación es el rescate de allí y el traslado al cielo. Entonces, también, pronto se haría necesario como un lugar en el cual se pondría al inicuo Caín y a aquellos como él.
De modo que su importancia, desde el punto de vista popular, era tal que hacía necesario que se mencionara juntamente con el de la creación del cielo y la tierra; y el hecho de que jamás se hizo ninguna mención de su creación es una prueba, entre muchas otras, que semejante lugar nunca fue creado, excepto en el cerebro imaginativo de los filósofos paganos, que ellos usaban para asustar a las rebeldes masas para que se sometieran a sus superiores. “Para las masas era igualmente cierto, para los filósofos igualmente falso, y para los magistrados igualmente necesario”; y se consideraba un error no engañar a las masas con falsedades, afirmando que el fin justifica a los medios.
Aunque semejante procedimiento pueda ser excusable para los “filósofos” paganos, se constata que los hechos son más absurdos que la ficción cuando observamos a gente civilizada y educada aún aferrándose a semejante reliquia pagana de la superstición bárbara.
Cuando Dios creó el cielo y la tierra podemos concluir con certeza que él no creó el infierno popular; porque no se menciona. Cuando colocó a nuestros primeros padres en el Paraíso, y declaró que todo era “bueno en gran medida”, no podría haber habido tan maligno lugar. La raza adánica, en la sabiduría y bondad del Creador, tuvo un buen inicio, tanto con respecto a Adán y Eva como al cielo en lo alto y la tierra acá abajo. Todo esto estaba relacionado con la frase “bueno en gran medida”, un hecho que no deja cabida para un infierno de tormento, ni para un diablo personal inmortal cuya misión era engañar y atormentar, y nada más. Si la creación del “infierno” fue una idea tardía, que surgió por motivo del pecado del hombre, seguramente habríamos tenido alguna referencia de su inicio en aquel Libro que fue hecho con el propósito de enseñar al hombre su origen y destino.
El momento preciso en que uno podría esperar razonablemente encontrar alguna mención del infierno, sería cuando se pronunció sentencia sobre nuestros primeros padres; pero allí no encontramos ninguna alusión acerca de la existencia de semejante lugar, ni de que ellos o algunos de sus descendientes quedaren expuestos a las penas y castigo de tan horrible lugar.
El propósito de la sentencia es: “Polvo eres, y al polvo volverás”, una sentencia que, como hemos mostrado en el capítulo anterior, fue impuesta a la única persona que pecó; y si había otra persona, en forma de un “alma inmortal”, que era más culpable que el sentenciado, y que se supone que es aquel para el cual se hizo el “infierno”, esa persona, el principal pecador en este caso, escapó sin que se le sentenciara a su lugar de castigo, porque no se dice ni una palabra acerca de él o de su supuesto lugar.
De modo que empezamos con la Biblia en la mano sin un “infierno”, y sin un diablo, e incluso después de la caída del hombre no se nos revela ninguna información acerca del “infierno”, y si hubo uno, sólo tenemos la afirmación de mentes prejuiciadas engañadas por una antigua superstición que la respalda.
La palabra infierno tal como se usa en la Biblia
La mejor manera de determinar el significado de una palabra bíblica es examinar el uso que se le da en la Biblia misma. Al emplear este método escaparemos del prejuicio teológico al cual están sujetos todos los compiladores de diccionarios. Casi todo el Antiguo Testamento se escribió en el idioma hebreo, y el Nuevo Testamento en el griego. Afortunadamente, tenemos una traducción del Antiguo Testamento en el idioma griego, llamada la Septuaginta, una traducción que se hizo alrededor del año 250 a.C. Esto nos permite comparar las palabras hebreas con las griegas en el Antiguo Testamento, y nos ayuda a entender su significado en todos los pasajes de las Escrituras.
La palabra hebrea de la cual se ha tomado la idea de “infierno” es Sheol; y en griego, cuando se aplica a lo mismo, es Hades. Hay otra palabra griega en el Nuevo Testamento que se ha traducido incorrectamente como “infierno”, y es Gehenna; pero examinaremos esta palabra más adelante. Resulta que los traductores, en versiones modernas de la Biblia en castellano, ya no vierten la palabra Sheol como “infierno”, sino que la han traducido como “sepulcro” en Eclesiastés 9:10 y en Cantares 8:6. En todos los otros 63 casos donde aparece se ha transliterado como “Seol”. Esto nos ayuda a ver cómo ellos han lidiado con esta palabra al descubrir que no coincidía con la teoría con la cual su teología había corrompido su mente.
Examinemos ahora algunos de los pasajes donde aparece la palabra Sheol [transliterada al castellano como ‘Seol’] y veamos si podemos hacer que concuerden con la teoría popular acerca del “infierno”, y si no se puede, dejemos entonces que nuestra mente llegue a la conclusión a la que los pasajes mismos nos llevarán.
Sheol — el Sepulcro o Estado de los Muertos
Génesis 37:35 — “Mas él no quiso recibir consuelo, y dijo: Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol [sepulcro]”.
Génesis 42:38 — “Y si le aconteciere algún desastre en el camino por donde vais, haréis descender mis canas con dolor al Seol“.
1 Samuel 2:6 — “Yahweh mata, y él da vida; él hace descender al Seol, y hace subir“.
1 Reyes 2:6 — “Tú, pues, harás conforme a tu sabiduría: no dejarás descender sus canas al Seol en paz”.
Job 14:13 — “¡Oh, quién me diera que me escondieses en el Seol, que me encubrieses hasta apaciguar tu ira”.
Job 17:13 — “Si yo espero el Seol [sepulcro] en mi casa; haré mi cama en las tinieblas”.
Salmos 30:3 — “Oh, Yahweh, hiciste subir mi alma del Seol [sepulcro]; me diste vida, para que no descendiese a la sepultura”.
Salmos 49:14 — “Como rebaños que son conducidos al Seol, la muerte los pastoreará”.
Oseas 13:14 — “De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte [sepulcro], yo seré tu muerte [destrucción]” (compárese con 1 Corintios 15:55).
Eclesiastés 9:10 — “En el sepulcro [Seol], adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría”.
Salmos 31:17 — “Sean avergonzados los impíos, estén mudos en el Seol [sepulcro].
Ezequiel 32:27 — “Y no yacerán con los fuertes de los incircuncisos que cayeron, los cuales descendieron al Seol [sepulcro] con sus armas de guerra, y sus espadas puestas debajo de sus cabezas“.
Salmos 16:10 — “Porque no dejarás mi alma en el Seol [sepulcro], ni permitirás que tu santo vea corrupción”. (Pedro usa esto para probar que Cristo resucitó de entre los muertos, en Hechos 2:27, 30-32).
Por estos testimonios es evidente que los escritores inspirados no interpretaban la palabra Seol como un lugar de tormento eterno. Si sustituimos a la palabra Seol por la frase ‘lugar de tormento eterno’ en estos textos, veremos lo absurdo que es la teoría de la teología moderna. Haría decir a Jacob: ‘No quiero recibir consuelo; y descenderé enlutado a mi hijo hasta el lugar de tormento eterno’. Y haría decir a David: ‘Que sus canas no desciendan al lugar de tormento eterno en paz”, como si fuera posible ir a semejante lugar en paz. Haría decir a Job: ‘¡Oh, quién me diera que me escondieses en el lugar de tormento eterno, que me encubrieses hasta apaciguar tu ira’, lo cual significaría orar para ir de mal en peor. Haría decir a David y Pedro que Cristo fue al lugar de tormento eterno, pero que no fue dejado allí.
Ahora bien, si tenemos presente que el destino final de los inicuos es que se les castigará con la muerte eterna, es decir, que serán arrojados a las tinieblas de la muerte y al sepulcro, entonces podemos entender fácilmente el uso de la palabra Sheol cuando los traductores la han transliterado como ‘Seol [sepulcro]; tal es el caso, por ejemplo, en Salmos 9:17 — “Los malos serán trasladados al Seol, todas las gentes que se olvidan de Dios”.
Tomemos, por ejemplo, las palabras de Ezequiel 32:27 — “Y no yacerán con los fuertes de los incircuncisos que cayeron, los cuales descendieron al Seol [Sheol = sepulcro] con sus armas de guerra, y sus espadas puestas debajo de sus cabezas“. Aquí se muestra que ‘Seol’ es un lugar donde los poderosos yacen “con sus espadas puestas debajo de sus cabezas”, aludiendo a la costumbre de colocar la espada del guerrero debajo de su cabeza cuando son depositados en el sepulcro.
Qué absurdo es suponer que los soldados van al ‘infierno’ de la creencia popular donde reposarán con sus espadas debajo de sus cabezas. Por lo tanto, el uso de la palabra sheol en este y otros pasajes citados muestra que los escritores inspirados no le atribuían a dicha palabra el significado de ‘infierno’ que se le da en nuestros días. No hay un solo pasaje en el que tenga un significado tan absurdo como el de “infierno”, y el hecho que los testimonios citados muestren que se refiere al sepulcro, un significado que ni la mente del más ardiente creyente en la teoría popular no puede resistir, es suficiente en sí mismo para excluir su aplicación al “infierno” de la creencia popular; porque, ¿cómo podría emplearse la misma palabra para dos lugares tan marcadamente diferentes como el sepulcro, donde todo es oscuridad y insensibilidad, y uno encendido con ominosas llamas, donde se experimenta la más
“La palabra hebrea sheol se traduce correctamente como infierno en un sentido general, si se quiere significar lo mismo que la antigua palabra latina infernus, el receptáculo tapado de todos los muertos, donde los buenos y los malos reposan juntos en un estado de INCONSCIENCIA; pero muy incorrectamente y muy desvergonzadamente si se pretendía que fuese un símbolo del infierno de la creencia popular y tradicional como un lugar de tormento consciente sólo para los inicuos. Pero nosotros, sin la menor reserva, condenamos a los traductores; puesto que ellos evidentemente se han esforzado por obscurecer el verdadero sentido de la palabra sheol, y para sostener el significado tradicional del infierno a expensas de la verdad y la uniformidad. Si la palabra sheol se hubiese traducido uniformemente como hoyo o sepulcro o el estado de los muertos, o incluso como las mansiones de los muertos, nunca se le habría relacionado con una idea tan absurda como la de un lugar de tormento consciente” (Bible versus Tradition, p. 188).
“Hades significa literalmente aquello que está en oscuridad. Un cuidadoso examen llevará a la conclusión de que en estos pasajes donde ocurre la palabra hades no hay ninguna justificación para la idea de un estado intermedio, sino que se refieren al sepulcro, tanto de los justos como de los inicuos”. Dr. Kitto, Cyclopedia [Enciclopedia].
“La palabra original hades, derivada de a, que significa no, y de idien, que significa ver–el invisible receptáculo o mansión de los muertos–, corresponde a sheol en hebreo. La palabra infierno, que se usa en algunas traducciones, ahora expresa un significado incorrecto de la palabra original, porque se usa sólo para dar a entender el lugar de los condenados. Pero como el vocablo infierno viene del término latino infernus, que significa tapar u ocultar […], el significado literal de la palabra original hades estaba en tiempos antiguos bien expresada por ella”.–Dr. Adam Clarke, Commentary [Comentario].
“La expresión ‘las puertas del hades` puede aludir siempre a la forma de los sepulcros judíos, los cuales eran grandes cuevas con una entrada angosta, muchos de los cuales se pueden hallar en Judea”– Parkhurst, Lexicon.
Estos autores esclarecen el asunto en armonía con las Escrituras; y se verá que si tenemos presente el verdadero significado de la palabra “infierno” cuando leemos pasajes en los que se ha traducido de la palabra hades o se han transliterado como Hades, la palabra se ha vertido correctamente, significando invisibilidad, lo oculto. ¿A qué se le puede denominar invisibilidad y oculto más aptamente que al estado de muerte, en el polvo, o en el sepulcro, cubierto o tapado?
Una mirada a los pasajes ya señalados mostrará que están en perfecta armonía con el uso en el Antiguo Testamento de la palabra sheol para referirse al sepulcro. Abatir a Capernaum hasta el Seol significaba destruirla. Decir que las puertas del infierno no prevalecerían contra la iglesia era dar seguridad de la resurrección a la vida, el triunfo y gloria de todos los fieles que forman parte de la prometida, la que ha de convertirse en la esposa del Cordero a su venida. Que Cristo posea las llaves del infierno significa que él es “la resurrección y la vida” para todos sus fieles, y el destino a la muerte y al sepulcro de los infieles para siempre. Que la muerte y el infierno entregarán a los muertos que están en ellos significa que a los muertos se les dará vida y que los sepultados resucitarán de entre los muertos. Que la muerte y el infierno serán lanzados simbólicamente al abismo significa que el poder que tienen sobre todos los redimidos será destruido, cuando ya no habrá más muertes, y, por consiguiente, el sepulcro ya no devorará más víctimas. Cuando Cristo reinará hasta que haya destruido al último enemigo–la muerte–cada uno que pruebe que es digno de alcanzar la vida eterna en gloria, podrá exclamar triunfantemente: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?”, entonces habrá llegado el momento cuando “no existirá el malo; observarás su lugar, y no estará allí”, y “Dios [será] todo en todos” universalmente.
Gehenna–¿Qué es y dónde está?
Un breve examen de la palabra griega traducida en el Nuevo Testamento como “infierno” es todo lo que se necesita ahora para liberar a nuestra mente de la esclavizada superstición del tormento eterno.
Gehenna tiene un significado enteramente diferente de Hades, y nunca debió haberse traducido como infierno. Lo siguiente, tomado del Diaglotón Enfático, es una buena explicación:
“Gehenna, la palabra griega que se tradujo como infierno en la Versión Reina–Valera de 1960, ocurre 12 veces. Es la forma griega de escribir las palabras hebreas que se han traducido como ‘El Valle de Hinom’. Este valle también se llamaba Tofet, que significa detestación, abominación. En este lugar se echaba toda clase de desperdicios, con los esqueletos de bestias y los cadáveres insepultos de criminales que habían sido ejecutados. Para consumir estos desperdicios se mantenía un fuego constante. Un ejército de Senaquerib, de 185.000 hombres fueron muertos aquí en una sola noche. Aquí los niños eran quemados hasta que morían en sacrificio a Moloc. Entonces, Gehenna, según ocurre en el Nuevo Testamento, simboliza la muerte y la destrucción total, pero no significa en ningún pasaje un lugar de tormento eterno”.
Como los judíos habían llegado a considerar el Gehenna como un lugar de horror, nuestro Señor lo asoció con el destino que esperaba a aquellos que serán víctimas de la ira de Dios en el día de la justa retribución. Los testimonios en los cuales se usa la palabra indican que el Gehenna no solo era un lugar de castigo judicial en el pasado, sino que en ese mismo lugar los justos juicios de Dios serán derramados sobre los trasgresores.
Los gusanos que se alimentaban de los esqueletos en el pasado hace ya mucho tiempo que los devoraron; el fuego inextinguible que quemaba ha devorado a sus víctimas. De modo que cuando los gusanos de nuevo se alimenten de los cadáveres de los inicuos y el fuego los queme, la destrucción será el resultado inevitable. Ud. verá, estimado lector, que el significado de las palabras “el gusano que no muere, y el fuego que no se apaga” no es que los cadáveres de los cuales se alimentan los gusanos sean preservados vivos; ni que se quemarán, pero que nunca se consumirán. El hecho de que a los gusanos se les represente alimentándose es prueba de que a sus víctimas se les había dado muerte, y que ser devorado totalmente es un fin cierto; y que el hecho de que el fuego no se apaga es prueba, no que sus víctimas serán preservadas, sino que serán devoradas.
A continuación se muestran los pasajes donde la palabra infierno procede de Gehenna:
Mateo 5:22–“Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno [Gehenna] de fuego”.
Mateo 5:29–“Si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno [Gehenna]”.
Mateo 10:28–“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno [Gehenna]”.
Mateo 18:9–“Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno [Gehenna] de fuego”.
Mateo 23:15–“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno [Gehenna] que vosotros”.
Mateo 23:33–“¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno [Gehenna]?”
Marcos 9:43, 45, 47; Lucas 12:5. Estos son iguales a los que se han citados de Mateo.
Santiago 3:6–“Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno [Gehenna]”.
¿No parece extraño que una teoría de preservación perpetua de los inicuos en tormento se esfuerce por encontrar apoyo en una palabra, que es el nombre de un lugar en que el fuego destruye los cadáveres, y los gusanos los devoran completamente, sean el resultado inevitable de haber sido arrojados allí? La inextinguible acción del fuego en vez de significar la preservación de sus víctimas podría significar ni más ni menos que su destrucción, lo que se recalca por estas palabras: “Quemará la paja en fuego que nunca se apagará”. La expresión “que nunca se apagará”, cuando se aplica en el lenguaje cotidiano, se entiende claramente que significa la imposibilidad de mantener en existencia aquello que está siendo consumido por las llamas; y este es el significado bíblico, como se verá por las palabras del profeta Jeremías: “Yo haré descender fuego en sus puertas, y consumirá los palacios de Jerusalén, y no se apagará” (Jeremías 17:27).
Este fuego fue iniciado por los romanos en el año 70 de nuestra era y “devoró” todo; pero si alguien afirmara que todavía está ardiendo porque se declaró que no se apagará, sería tan necio como aquellos que afirman que el fuego del Gehenna arderá siempre y que nunca se apagará porque es ‘inextinguible’.
Así pues, decir que “el gusano no muere” es asegurar que su presa será devorada, seguramente no que su víctima será preservada eternamente, siendo devorada siempre, pero, no obstante, sin ser devorada. Hay un intento por eludir el claro significado, con sentido común, de estos y otros pasajes en donde ocurren las palabras “destruir”, “perecer”, etc., asumiendo que estas palabras no se han de tomar en el significado de una destrucción literal de esta persona, y que sólo significan que los inicuos son destruidos en el sentido que hablamos de alguno que se ha convertido en un réprobo, esto es, destruye su carácter, y él se degrada.
Parecería que todo encajaría si tan sólo puede sostenerse la apreciada teoría de la tortura eterna, pero, ¿por qué? ¿Por qué los hombres sienten tanta ansiedad por sostener una teoría que es tan repulsiva para la razón y tan deshonrosa para Dios, a pesar de que no hay nadie que realmente crea en ella cuando reflexiona serenamente, y se ofrece
toda clase de justificaciones para esa horrible doctrina? Es cierto que algunas veces se usan las palabras “destruir”, “perecer”, etc., en el sentido secundario que se pretende, pero en los pasajes que hemos citado el contexto muestra claramente que se emplean en su sentido más literal. Son los inicuos los que son destruidos, no que los hombres buenos destruyan su carácter al volverse inicuos. Ellos ya están destruidos en este último sentido, es decir, en el sentido de que se degradan, por el hecho que ellos son inicuos; y es a la destrucción, consunción y perecimiento a lo que se refieren las Escrituras.
Otras veces se hace un juego de palabras con la frase “será desarraigada del pueblo” (Hechos 3:23), como si esta frase no significara destrucción absoluta, sino tan sólo un destierro a otra región. Una comparación de pasaje con pasaje mostrará la falacia de esto. Sólo tenemos que observar el uso de la palabra “destruir” en los textos siguientes para ver que no se refiere a semejante teoría de un destierro a otra región: “Así fue destruido todo ser que vivía sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia, los reptiles, y las aves del cielo; y fueron raídos de la tierra” (Génesis 7:23). Si la frase “raídos de la tierra” que aquí se aplica al hombre, significa destierro al “infierno”, entonces debe significar lo mismo para todas las criaturas nombradas, porque una sola frase describe lo que le ocurrió a todos ellos.
Ahora bien, aquí, en el castigo de los antediluvianos inicuos, era el lugar preciso para hacer mención del “infierno” de la creencia popular si existiera semejante lugar. Todos los defensores de esta teoría tratarán de creer que este lugar de tortura estuvo en gran demanda como un sitio de recepción de todos aquellos a quienes el diluvio desarraigó de la tierra; sin embargo, ni una sola palabra encontramos en las Escrituras acerca de que ellos hayan sido transportados a semejante región. Al contrario, fueron destruidos en el mismo sentido en que perecieron el ganado, los reptiles, y las aves del cielo. Por lo tanto, las frases “ser desarraigados del pueblo”, “raídos de la tierra”, etc., significan ser borrados de la existencia en el caso de los inicuos de una manera tan literal como lo fue en el caso de las criaturas de la tierra y del cielo.
Muchos dicen insensatamente que ‘si existe el cielo debe existir el infierno; y si existe Dios debe existir el diablo’. Esto muestra lo distorsionada que está la mente de los devotos de la religión popular, los cuales creen seriamente que la existencia del cielo, la sagrada morada de Dios, depende de la existencia de un “infierno” en el que millones lloran y gimen y se retuercen de dolor en torturas eternas; y que la existencia de un diablo sempiterno es esencial para la de Aquel que es la fuente de toda vida.
Algunos incluso han llegado a decir que si las terribles llamas del infierno se apagasen alguna vez, el cielo quedaría en oscuridad; y muchos de los ciegos e insanos defensores de la horrible doctrina, deshonrosa para Dios, han agotado las palabras más fuertes de nuestro idioma en un esfuerzo por pintar descriptivos cuadros de las “regiones infernales” en los términos más repulsivos y repugnantes, y lo que casi afectaría la sensibilidad del más salvaje de los salvajes.
Es bueno que los teólogos modernos empiecen a sentirse avergonzados de ver su teoría pintada en colores que la retratan tan bien, pero en tanto sigan aferrados a la teoría de la inmortalidad del alma, nunca podrán liberar sus credos de su horrible “infierno” de tortura sin fin.
Pueden espiritualizar las ya pasadas de moda lenguas de centelleantes y ardientes llamas convirtiéndolas en un eterno “remordimiento de conciencia”, y de este modo hacer los horrores de su “infierno” un poco más digerible para los gustos refinados de la sociedad de las iglesias modernas; pero detrás del púlpito aún existe un antiguo armario guardando el infamante secreto, y hasta que ellos abandonen totalmente sus credos, todos los cuales se basan en la inmortalidad del alma, destruyan los libros que han producido sus predecesores, libros que están ennegrecidos por las tinieblas de las épocas tenebrosas de la superstición romana, y enrojecidos por el salvaje resplandor de la insaciable crueldad y crímenes paganos, toda la espiritualización de su refinamiento que ellos puedan inventar nunca apagarán los sulfurosos fuegos que sus credos han encendido, ni limpiarán de los anales de la historia las manchas que ellos han arrojado sobre el carácter de un Dios de justicia y amor.
Quizás no sería inapropiado echar un vistazo aquí a unos pocos de los cuadros que ellos han pintado de su “infierno”.
El “Rev.” J. Furness escribe como sigue:
“Escuchen el tremendo y horrible rugido de millones y millones de atormentadas criaturas enloquecidas con la furia del infierno. Oh, los alaridos de temor, los lamentos de horror, los aullidos de ira, los gritos de dolor, los estertores de agonía, los chillidos de desesperación, de millones y millones. Ahí usted los oye rugir como leones, sisear como serpientes, aullar como perros, y gemir como dragones.
Ahí usted oye el rechinar de dientes, y las espantosas blasfemias de los diablos. Sobre todo, usted oye los rugidos de los truenos de la ira de Dios, que sacuden al infierno hasta sus cimientos. Pero hay otro sonido. Hay en el infierno un sonido como de muchas aguas; es como si todos los ríos y océanos del mundo estuviesen vaciándose con un gran ruido sobre el piso del infierno. ¿Es entonces realmente el sonido de las aguas? Lo es. ¿Se están derramando los ríos y los océanos de la tierra sobre el infierno? No. ¿Qué es entonces? Es el sonido de los océanos de lágrimas que caen de incontables millones de ojos. Lloran para siempre jamás. Lloran porque el humo sulfuroso atormenta sus ojos. Lloran porque están en tinieblas. Lloran porque han perdido el hermoso cielo. Lloran porque el afilado fuego los quema”.
El tercer calabozo, en lo más profundo del infierno, lo describen así:
“El techo es candente; los muros son rojos; el piso es como es como una gruesa lámina de hierro candente. ¡Miren! En medio de ese piso está una jovencita; representa unos dieciséis años de edad. Sus pies están desnudos; no tiene zapatos ni medias en sus pies; sus pies desnudos están sobre el piso candente y quemante.
La puerta de esta sala nunca se ha abierto desde que puso por primera vez sus pies sobre el candente piso. Ahora ve que la puerta se abre. Ella se precipita hacia la puerta, y se arrodilla sobre el candente piso. ¡Escuchen! Ella habla, diciendo: ‘He estado parada con mis pies desnudos sobre este candente durante años. Día y noche mi único lugar de permanencia ha sido este candente piso.
El sueño nunca ha venido ni por un momento para que yo olvide este horrible y quemante piso. Mira–dice ella– mis pies quemados y sangrantes. Déjame salir de este piso quemante por un momento. Sólo un único y breve momento. ¡Oh, que en esta interminable eternidad de años yo olvide el dolor sólo por un único momento!’. El Diablo le contesta su pregunta: ‘¿Pides un momento para olvidar tu dolor? ¡No! Ni por un solo momento durante la interminable eternidad de años jamás saldrás de este candente piso'”.
Lo siguiente está tomado de “Cheever’s Powers of the World to Come” [Poderes del Mundo Venidero, por Cheever]:
“El choque de furiosos ejércitos, el estampido de arrolladoras avalanchas, montañas que se precipitan sobre ciudades, volcanes en acción, manadas de fieras salvajes confinadas y rugientes en el calabozo del Coliseo, haciendo que la estructura completa se sacuda con sus bramidos, entonces todos al unísono se sueltan, y con una voraz necesidad de hambre y furia riñen entre ellos; los elementos en salvaje terror y conmoción; terremotos, conflagraciones, inundaciones, pestilencias, guerras; todas estas son espantosas imágenes de terror, ruina, desolación, destrucción. Pero todos estos, e incluso las estrellas cayendo del cielo, como cuando una higuera deja caer sus higos a destiempo, y el universo entero chocando entre sí en un caos, o encogiéndose como un pergamino que se quema, todo esto queda corto para representar la muerte eterna; todas son deficientes; no son más que sílabas transitorias. La muerte moral es inaccesible para cualquier representación.
Estas son sólo una muestra de los muchos chocantes cuadros que los predicadores populares han pintado de la tortura sin fin de aquellos que fracasan en la difícil lucha de la vida.
Los educados y cultos, incluso de las iglesias populares, quedarán horrorizados ante semejantes cuadros; pero nunca podrán liberarse de ellos, hasta que hayan salido de las iglesias que se basan en la doctrina que es responsable de tales horrores. Aquellos de entre el común de la gente no defenderán la doctrina; pero exclamarán: ‘Qué haremos con los inicuos si no hay un infierno?’. Para estos, el “poder engañoso, para que crean la mentira” parece indispensable para azotar y aterrorizar a los hombres para que vayan a las iglesias.
Eso puede ser cierto en lo que concierne a la “conversión” en las iglesias populares; y la horrible doctrina parece ser el campo de acción permitido para mantener una razonable restricción de las pasiones de los lujuriosos y los embrutecidos. Incluso en esto quedan cortos; porque la mayoría de los criminales en las penitenciarías y aquellos condenados a la pena capital son creyentes en el “infierno” de la creencia popular.
Pero cualquiera que sea el motivo para permitirse lanzar esta difamación contra Dios, es una calumnia sobre su nombre y un enemigo de su palabra. A las personas no se les permite difamar a otro con impunidad, y hay cierto respeto entre ellos; pero muchos parecen pensar que pueden representar a Dios de cualquier manera incongruente, injusta, y vengativa que sus caprichos teológicos les puedan sugerir.
La persona que hace circular una historia falsa acerca de que uno de sus semejantes ha estado sometiendo a un perro, aunque sea la criatura más mala y salvaje, a una tortura diaria durante una semana, sería considerado como un calumniador al que toda la gente decente esquivaría, pero aquellos que enseñan desde los púlpitos que Dios mantiene miles de millones de criaturas indefensas y enloquecidas, gimiendo, sufriendo, marchitándose en un eterno manicomio llamado teológicamente “infierno”, se les alaba y aplaude como los más respetables y cultos miembros de la sociedad. Se justifica, en cierta medida, el carácter del hombre por consenso común, pero a Dios se le presenta ante el mundo como un monstruo de injusticia, y de insaciable deseo de venganza.
Estimado lector, opongámonos con denuedo y sin temor contra esta afrenta teológica y reivindiquemos el carácter de Dios y la verdad de su palabra; proclamemos a un mundo agonizante que un Dios de justicia y amor extiende una mano de ayuda y esperanza para evitar que los hombres perezcan y pasen al pozo del olvido; y démosles salud, vida y gozo eterno en, finalmente, un mundo redimido, ya no maldecido por el pecado, el sufrimiento y la muerte, sino uno en el cual morarán sólo los agradecidos, justos y glorificados hijos de un ser benéfico, los cuales serán los frutos del “parto del alma” de un Salvador fiel y afectuoso. Entonces Dios será “todo en todos”, su nombre magnificado, honrado y adorado, y todas las criaturas sobrevivientes de la obra de sus manos serán bendecidas para siempre. Tanbien puede interesarte el tema .El infierno: Un fuego eterno que se apaga