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Luc 21:24 VIN “Caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones. A Yerushaláyim la pisotearán los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles.”
Luk 21:24 DA. Algunos caerán al filo de la espada, otros serán llevados a todos los países de los Goyim; y
Yerushalayim será pisoteada por los Goyim, hasta que el tiempo de los Goyim haya terminado.
Examinemos ampliamente este tema que ha centrado mucho la atención de los estudiosos a lo largo de los pasados dos siglos anteriores y de estas últimas décadas.
Comentario Diccionario de VINE del N.T. Español:
Kairos (καιρος, G2540), primariamente una medida apropiada, una proporción ajustada. Cuando se empleaba del tiempo significaba un período fijo o definido, una sazón; en ocasiones un tiempo oportuno en sazón (p.ej., Rom_5:6 «a su tiempo»; Gl 6.10: «a su tiempo»). En Mc 10.30 y Luk_18:30 «en este tiempo» (kairos), esto es, en esta vida, se da en contraste con el «siglo venidero» (véase SIGLO). En 1Th_5:1 «los tiempos y las ocasiones» (VM: «los tiempos y las sazones») «los tiempos» (cronos) se refiere a la duración del intervalo anterior a la Parousía de Cristo y el intervalo de tiempo que esta tomará…, bajo el encabezamiento a la mitad del primer párrafo), así como a otros períodos; «las sazones» se refiere a las características de estos períodos. … Hablando en términos generales, cronos expresa la duración de un período, kairos destaca su caracterización por ciertas peculiaridades; así en Act_1:7 «el Padre puso en su sola potestad» tanto los tiempos (cronos), las duraciones de los períodos, como las sazones (kairos), épocas caracterizadas por ciertos acontecimientos; en 1Th_5:1 «tiempos» se refiere a la duración del intervalo antes que tenga lugar la parusía (la presencia de Cristo con los santos cuando venga a recibirlos a sí mismo en el arrebatamiento), y a la duración del tiempo que tomará la parusía; «sazones» se refiere a las características especiales del período antes, durante y después de la parusía. Cronos marca cantidad; kairos, calidad (Vol. IV, pág. 153). En ocasiones la distinción entre las dos palabras no queda claramente distinguida, como p.ej., 2Ti_4:6, aunque incluso aquí la «partida» del apóstol da carácter al tiempo (Kairos).
Las palabras aparecen juntas en la LXX solo en Dan_2:21 y Ec 3.1. En Luk_23:8 se emplea con Jikanos en forma plural: «Hacía tiempo que deseaba verle», lit.: «desde muchas temporadas». En Rev_10:6 cronos tiene el significado de «dilación» (VM), importante traducción para el entendimiento del pasaje (estando la palabra relacionada con cronizo, tomarse tiempo, demorarse, tardar, Mat_24:48; 25.5; Luk_1:21; 12.45; Heb_10:37
El Diccionario Teológico del N. T.
Mientras Cronos señala a una época determinada o un período exacto (Vol. IV, págs. 274, 275) el término griego KAIRÓS expresaría lo oportuno, lo adecuado, y en un sentido temporal, “El momento favorable” o “la coyuntura apropiada” (Vol. IV, pág. 267).
Otros estudiosos del tema informan que la distinción entre “cantidad y “calidad” no está tan definida y que en las Escrituras Chronos, o en plural Chronoi, es término inclusivo y abarca todas las significaciones posibles de Kairoi. Según Synonyms of the New Testament, por Trench, a veces Chronos aparece donde uno pensará hallar Kairós, citándose como ejemplo Lucas 1:57 y Gálatas 4:4.
Dice además que “en su sentido básico Kairósparece referirse a un punto decisivo en lugar, situación y tiempo.” Dice que en el N.T. Únicamente en Hechos 11:15 entra el sentido de “oportunidad” (para indicar un tiempo propicio o favorable se usa más bien eúkairos o eukairía.) En los demás casos es el sentido de punto decisivo que predomina. Si esto fuese así, las explicaciones que en dichos diccionarios existen, modificarían sustancialmente el sentido de lo que Yahoshúa quiso decir cuando hablaba del “tiempo de los gentiles”. Cuando el Mesías hablaba de “tiempo” podía estar refiriéndose a una medida justa y apropiada, con una proporción adecuada y oportuna, y no necesariamente de un tiempo marcado o prefijado en el calendario. Es decir, Jerusalén sería “pisoteada hasta que los tiempos de las naciones tuvieran su punto decisivo, su plenitud, [“hasta que alcanzaran su plenitud” (Versión Bóver-O´Callahan)], su medida justa, su proporción adecuada y oportuna al fin a que se refería Yahshúa.
Por tanto, el llamado “Tiempo de los Gentiles” podría ser un tiempo indeterminado para el ser humano y no algo marcado o definido en la profecía bíblica. A fin de ilustrarlo para un mejor entendimiento, pongamos el ejemplo de la palabra “Madurez” y la “mayoría de edad”. La mayoría de edad se alcanza en nuestro país a los 18 años. Todo el que llega a esa edad ante la ley es mayor de edad. Sin embargo, la madurez no tiene una fecha concreta, unos la alcanzan antes que otros. No es la cantidad de años, sino la calidad de esos años vividos la que nos lleva a la madurez.
Esta interpretación podría ser confirmada por el uso bíblico de la palabra Kairós en otros lugares. Por ejemplo, se usa para referirse al “tiempo” (gr. Kairós) de la siega, el “tiempo” (gr. kairós) de los frutos y el tiempo (gr. kairós) de los higos (Mateo 13:30; 21:34; Marcos 11:13). ¿Qué fecha pondríamos para dicho tiempo? ¿El 1 de septiembre por ejemplo?, ¿el dos?; ¿el 15?,. ¡Evidentemente no hay un día fijado! La “época” o “tiempo” no señala a un día determinado, sino a una condición o estado, a una situación oportuna, cuando el fruto está maduro para ser recogido. Es cierto que a veces implica “tiempo” en el sentido cronológico de la palabra, pero es un tiempo fuera del alcance del conocimiento humano. Es tal y como indicó Yahshúa: “No os toca a vosotros saber los tiempos o sazones, que el padre puso en su sola potestad.”
Así pues, cuando Elohím vea que ese tiempo sea oportuno, “haya llegado a su medida plena y apropiada, a su proporción prevista por él, entonces se acabarán, terminarán por completo. No se miden con reloj, pues no están esos “tiempos” o “sazones” limitados como deja ver claro el uso bíblico de Kairós. El fin del pisoteo sobre Jerusalem coincidirá con el fin de las oportunidades a la salvación de las naciones, que por causa de la “incredulidad” de las “ramas naturales”, han tenido acceso a este privilegio (Rom. 11:11-27)
Kai·rós también se emplea con respecto a ocasiones futuras en el horario de Elohím, particularmente en relación con la “Parousía” del Mesías y su Reino. (Hch 1:7; 3:19; 1Te 5:1.) Por ello, el apóstol Pablo habla del “secreto sagrado” que Elohím reveló “nos ha dado a conocer su plan secreto, el cual, por su propia voluntad, diseñó de antemano con relación al Mashíaj, y lo pondrá en efecto cuando el tiempo esté maduro [kai·rṓn]; su plan de reunir y poner bajo el control del Mashíaj todo lo que está en el cielo y en la tierra. (Ef 1:9,10.)
Nótese que en la versión citada de Diego Ascunze se señala para kairós la expresión significativa “Cuando el tiempo esté maduro” o dicho en otra forma, “Cuando el tiempo sea favorable”. Así, en vista del significado de la palabra kai·rós según se emplea en el texto bíblico, es lógico concluir que la expresión “los tiempos de las naciones” se refiere a un “tiempo favorable crítico o apropiado”.
“Los gentiles” y “Jerusalén”. El significado de las palabras de Yahoshúa está ligado necesariamente al ‘pisoteo de Jerusalén’, que, según dijo, sucedería hasta que se terminaran los “tiempos de los gentiles”. El término “gentiles”, Goyím en hebreo, es la traducción de la palabra griega é·thnē, que ha sido traducida modernamente como “naciones” y que los escritores de la Biblia utilizaron para referirse específicamente a las naciones no judías. El término “gentiles” es más exacto que traducir “naciones” puesto que Israel, que era una nación, no se incluía dentro de las naciones de Lucas 21:24. Los escritores de la Biblia utilizan este término para referirse específicamente a las naciones no judías, que iban a “pisotear” Jerusalén. Por esa razón, se entiende que la profecía aplica al período durante el cual Jerusalén se encontraría bajo dominación total gentil no bajo un gobierno judío o israelita.
La ciudad literal de Jerusalén estaba implicada en la profecía de Yahoshúa sobre la destrucción que vino años después sobre aquella ciudad cuando los romanos la arrasaron en 70 E.C., sus palabras acerca de “los tiempos de las naciones” proyectaban la profecía mucho más allá en el tiempo presente, y así lo han entendido varios comentaristas. Por ejemplo, la afamada obra Commentary, de F.C.Cook, dice que Lucas 21:24 “sirve para separar la parte estrictamente escatológica de la gran profecía [es decir, la que tiene que ver con los últimos días] de la parte que se refiere a la destrucción de Jerusalén propiamente dicha”. Es esencial determinar el significado que se atribuye a “Jerusalén” en las Escrituras inspiradas a fin de averiguar si “los tiempos de las naciones” tienen que ver únicamente con la ciudad literal de Jerusalén o están relacionados con algo diferente y de mayor trascendencia.
Jerusalén era la capital de la nación de Israel; se decía que sus reyes —pertenecientes a la línea de David — ‘se sentaban sobre el trono de YAHWÉH’. (1Cr 29:23.) Como tal, Jerusalén representaba el asiento del gobierno de Elohím en la Tierra ejercido por medio de la casa de David. Con su monte Sión, era “la cuidad del gran Rey”. (Sl 48:1,2.) En consecuencia, Jerusalén pasó a representar el reino de la dinastía del rey David, del mismo modo que Washington, Londres, París o Moscú representan los gobiernos de naciones actuales, y por esos nombres se hace referencia a ellos en los comunicados oficiales.
Después que las tropas romanas ‘pisotearon’ Jerusalén, destruyendo todo vestigio de linajes judíos acabando para siempre con el rasgo constante de sacrificios y ofrendas, ningún miembro de la dinastía davídica reinó en Jerusalén. Pero las Escrituras muestran que Yahshúa, el Mesías, nacido en la línea de David, gobernaría desde el monte Sión, o Jerusalén:
“Yo mismo he instalado a Mi Rey en Tziyon, Mi Monte Kadosh.” [6] Declarando la ordenanza de YAHWEH: YAHWEH me dijo: ‘Tú eres mi Hijo; hoy Yo te he engendrado. [7] Pide de mí y te daré los Goyim por herencia; y será posesión tuya todos los confines de la tierra. [8] Sl 2:6, 7, 8; Heb 5:5 Así que tampoco el Mashíaj se glorificó a sí mismo para ser Kohen Gadol; sino que fue el Único quien le dijo: “Tú eres mi Hijo;Hoy me he convertido en tu Padre.”[Sal 2:7]
“Entonces miré y allí un Cordero estaba en pie sobre el Monte Tziyon; y con El había 144,000, que tenían El Nombre de su Padre escrito en sus frentes. Oí un sonido del cielo como de aguas precipitándose, y como de truenos que destellan; el sonido que oí también era como de arpistas tocando sus arpas. Cantaban un canto nuevo ante el trono, y delante de los cuatro seres vivientes y de los ancianos; y nadie podía aprender el canto excepto los 144,000 que han sido rescatados del mundo. Rev. 14:1,3.
Un Monte Sión en Hebreos 12:22 y 23 se dice de el: “…ustedes han venido al Monte Tziyon, esto es, la cuidad del Elohim viviente, Yerushalayim celestial, a miríadas de malajim en asamblea festiva, a una comunidad del primogénito cuyos nombres están escritos en el cielo, a un juez quien es Elohim de todos, a ruajim de gente justificada que han sido traídos a la meta;
Comienzo del ‘pisoteo’
Para determinar el ‘pisotear’ a Jerusalén como la cuidad representante del reino de la dinastía de gobernantes davídicos, debemos entender antes que en Lucas 21 el escritor utiliza lo que se llama la forma del “futuro parafrástico” del verbo. Tal forma implica un sentido durativo más bien que un sentido puramente futuro (Citado de Larry Mattera)
Por eso, debemos entender la situación del pisoteo en el sentido durativo a partir de los rasgos determinantes en el contexto y que Yahoshúa señala a sus discípulos, es decir, lo que encontramos con respecto a Jerusalén y Judea en los versículos 20 al 24a: Luk 21:20-24 DA “Sin embargo, cuando vean a Yerushalayim rodeada de ejércitos,entonces tienen que entender que ella está por ser destruida. Aquellos que están en Yahudáh, tienen que escapar a las montañas; aquellos que estén dentro de la ciudad deben salir, los que estén en el campo, no pueden entrar en ella. Porque éstos son los días de venganza, cuando se hará realidad todo lo que está escrito en el Tanaj.
¡Qué tiempo tan terrible fue para las mujeres preñadas y las madres amamantando! Porque habrá gran calamidad en La Tierra y juicio sobre el pueblo. Algunos caerán al filo de la espada, otros serán llevados a todos los países de los Goyim; y Yerushalayim será pisoteada por los Goyim, hasta que el tiempo de los Goyim haya terminado. [*] [*] [Nótese también el sentido durativo del verbo como lo vierte el Códice Vaticano (B) 1209 “se cumplan y hallan de cumplir”]
Así, después de la destrucción de Jerusalén a manos de los romanos en el año 70 E.C. En aquella ocasión, como nunca antes se había dado, se quemaron los registros genealógicos de las descendencias tribuales y familiares, así como los derechos de herencia (La Guerra de los judíos de Josefo, Libro VI cap. IV, secc. 5ª;
Libro II, cap. XVII, sec. 6ª; Libro VI, cap. VI, sec. 3ª) Los medios legales para determinar el linaje de los miembros de la tribu mesiánica de Judá y la tribu sacerdotal de Leví llegaron a su fin. La conquista se completó en tan solo cuatro meses y 25 días, desde el 3 de abril hasta el 30 de agosto del año 70 EC. La tribulación fue muy intensa pero notablemente corta siendo lo más parecido a un pisoteo.”
Por otra parte, si nos tuviésemos que remontar mucho antes de esta destrucción en el año 70 EC., debemos decir con toda honestidad que hubo períodos en que los judíos tuvieron formas de gobierno judías y no gentiles (este es el caso de la época de los macabeos, o en el breve período de la revuelta judía del año 66 al 70 EC) pero ninguna época coincide con un gobierno de la dinastía davídica en Jerusalén ni siquiera con la proclamación de la República de Israel en 1948, pues no nació un estado hebreo gobernada por un descendiente real de la línea de David, que sepamos David Ben Gurión no se proclamó descendiente davídico siendo el primer presidente del Medinat Yisrael.. Más bien, nos encontramos, con que muchos siglos antes, cuando Nabucodonosor destruye Jerusalén y su Templo salomónico, y toma cautivo al destronado rey Sedequías quedando la tierra desolada. (2Re 25:1-26) nunca más hubo un sucesor real del linaje de David que reinara en Jerusalén, y por siglos, el gobierno gentil sobre Jerusalén se ejerció por diversos imperios que la capturaron.
Todo esto sucedió de acuerdo con las palabras proféticas dirigidas al rey vasallo Sedequías en Ezequiel 21:25-27 DA, a saber: “Así dice YAHWEH: ‘¡Te has quitado el turbante, y puesto la corona! Todo está siendo cambiado. Lo que estaba abajo lo has levantado, y lo que estaba en alto lo has traído abajo. [2R 25:5-7] ¡Ruina, ruina, ruina! La dejaré hecha una ruina tal como nunca ha sido, y se quedará de esa manera hasta que el Rey justo venga, y Yo se la dé a El.
La nota sobre este texto en la Versión Diego Ascunze dice:“ La Corona, el Reinado de Yahudáh pasaría de Yehoyajim a Tzïdkiyah y después a Gedalyah el gobernador nombrado por Nevujadretzar, y después permanecerá vacío hasta el regreso de Yahshúa Ha Mashíaj, a quien realmente pertenece.”
Y es que en las Escrituras Mesiánicas se demuestra que el que tiene “el derecho” a la corona davídica que Sedequías perdió es Yahshúa el Mesías, de quien el ángel dijo, al anunciar su nacimiento futuro: “Yahwéh haElohím le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin”. (Lu 1:32, 33.)
Por todo, si tomamos estos datos históricos anteriores a la destrucción de Jerusalén por Roma en el 70 EC, como indicativos de un “pisoteo” gentil ininterrumpido sobre Jerusalén desde el último rey del linaje de David -que realmente reinó en Jerusalén por 11 años- , podemos decir también que la dinastía y el gobierno davídicos quedaron interrumpidos, en un estado inoperante bajo las potencias gentiles.
Sobre esto, la obra Bible Dictionary (de Unger, 1965, pág. 398) comenta: “Por consiguiente, los Gentiles, es decir, ‘las naciones’, avanzan hacia el fin de su administración o gobernación de la Tierra. El fin de dicho período supondrá el fin de ‘los tiempos de los gentiles’ (Lu 21:24; Da 2:36-44)”. (Compárese con Eze 17:12- 21; también con la representación de la caída de Medo-Persia en Da 8:7, 20.)
Si tomamos los llamados tiempos de los gentiles o de los Goyím, de los que nos habla Yahoshúa, como comenzados con el derrocamiento de la línea de David por Nabucodonosor entonces está claro que dichos “tiempos” habrían de tener un final relacionado con el Gobierno de Yahwéh en manos de Aquel que si tiene el derecho legal a reinar en Jerusalén, el propio Yahoshúa ha-Mashiaj.
Es cierto que Yahoshúa en el contexto de Lucas 21: 20 al 24 no nos señala ese pasado distante de gobernación gentil sobre Jerusalén desde la época Neo-Babilónica, pero sin embargo, se refirió al contenido del libro del profeta Daniel al menos dos veces en la profecía concerniente al tiempo del fin. (Compárese Mt 24:15, 21 con Da 11:31; 12:1.) Relacionando la tribulación grande con lo que experimentaría Jerusalén para el tiempo que los ejércitos romanos estuviesen de pie en el recinto del Templo. Dicen los textos: Mat 24:15 DA “Así que, cuando vean la abominación que causa devastación, [155] [Da 9:27; 11:31; 12:11] de pie en el Lugar Kadosh, dicho por el profeta Daniel ” (el que lea, entienda la alusión),…Mat 24:21 ¡Pues habrá un sufrimiento tan grande, cual no lo ha habido nunca desde el principio del mundo, y no habrá algo como esto jamás! 2:2; Da 12:1]
En el libro de Daniel encontramos un cuadro de la dominación de la Tierra por las potencias gentiles. El segundo capítulo de Daniel contiene la visión profética (recibida por el rey Nabucodonosor) de la gran imagen. Daniel explicó por inspiración que esta imagen representaba la sucesión de potencias mundiales gentiles, que culminaría con su destrucción a manos del Reino establecido por “el Dios del cielo”, y la posterior gobernación de este Reino sobre toda la Tierra. (Da 2:31-45.) Ha de notarse que la imagen comienza con la cabeza de oro” el propio Nabucodonosor el rey del Imperio neo-babilónico, la primera potencia mundial que arrasó con Jerusalén al derrocar la dinastía davídica y dejar vacante “el trono de Yahwéh” en aquella ciudad, pero nada hay en la visión que nos hable de la duración de todas las potencias políticas simbolizadas en la gran imagen del sueño. No hay modo de saber “cuanto duran los tiempos de los gentiles” en consonancia con la imagen de dichas potencias.
El árbol del capítulo 4 de Daniel y los siete tiempos.
Si bien es verdad que la visión del árbol aplica de modo claro y atendible al rey Nabudonosor como “árbol cortado” que fue humillado durante 7 años lunares por Yahwéh para que reconociese que solo había un Elohím que podría derrocar reyes y gobiernos terrestres, es muy posible que también sea una visión que tiene la intención de dar a conocer la soberanía universal de Yahwéh sobre toda la tierra.
Dan 4:17 “Está orden está decretada por los Vigilantes, la demanda es una palabra de los Kadoshim, para que todos los vivientes puedan conocer que el Altísimo gobierna el reino humano, que El se lo da a quien El le place y que puede levantar sobre ello al más bajo de los mortales.”
Note el lector que el propósito de Elohím en esta visión dada a este rey caldeo era también un mensaje de advertencia para todos los humanos de que Elohím tiene en su mano “la última carta” y que puede colocar en la gobernación de toda la humanidad a quien Él quiera (Da 4:10-17; véase 4:16, ) incluso al prometido ben David Yahoshúa haMashiaj.
Un examen de todo el libro de Daniel revela que el factor tiempo es muy importante en sus visiones y profecías. Tanto las potencias mundiales como los sucesos que se narran en cada una de estas visiones no son independientes ni acontecen al azar o en un tiempo indefinido, sino que se encuadran en un fondo histórico y cronológico. (Compárese con Da 2:36-45; 7:3-12, 17-26; 8:3-14, 20-25; 9:2, 24-27; 11:2-45; 12:7-13.) Además, el libro señala repetidas veces hacia el futuro, a lo que constituye el tema de sus profecías: la instauración de un Reino eterno de Elohím ejercido mediante la gobernación del “hijo del hombre”. (Da 2:35, 44,45; 4:17, 25,32; 7:9-14, 18, 22,27; 12:1.) El libro de Daniel también se distingue por sus referencias al “tiempo del fin”. (Da 8:19; 11:35,40; 12:4,9.)
El símbolo de un “árbol” que se usa en la visión profética de Daniel de ninguna manera es único. Los árboles se emplean en otras partes para representar gobiernos, incluso el reino representativo de Yahwéh en Jerusalén. (Compárese con Jue 9:6-15; Eze 17:1-24; 31:2-18.) Tanto el “retoño” de un tocón como el símbolo de una “ramita” o “brote” se encuentran en diversos pasajes como representación del renuevo de la gobernación de cierto linaje, particularmente en las profecías mesiánicas. (Isa 10:33–11:10; 53:2-7; Jer 23:5; Eze 17:22-24; Zac 6:12, 13; compárese con Job 14:7-9.) Yahoshúa se llamó a sí mismo “la raíz y descendencia de David”. (Rev. 5:5; 22:16.)
Es evidente que el punto clave de la visión es el ejercicio de la soberanía incuestionable de Yahwéh en el “reino humano”, lo que provee la guía para comprender el significado pleno de la citada visión. Al interpretar el sueño, el árbol se aplica a Nabucodonosor, que en ese momento de la historia era el cabeza dirigente de Babilonia, fue para darle la lección de humildad a dicho rey y al ser humillado para que lograra entender que el Soberano Universal era el Shaddai o el Altísimo y no él y de que Elohím puede colocar en el gobierno mundial de la humanidad a quien desee, como el caso de su propio Hijo Yahoshúa all que más adelante en Daniel mismo se nos deja ver viniendo en las nubes a fin de tomar gobernación mundial de parte del Padre celestial:
Dan 7:13 “Yo seguí mirando las visiones de la noche, cuando vi, viniendo con las nubes del cielo, alguien como el Ben Ha Adam. [61] El se acercó Al Anciano de días y fue llevado ante Su presencia. Dan 7:14 Y a El le fue dado dominio, el honor y el reino, para que todas las naciones, tribus y lenguas le sirvieran. Su dominio es un dominio eterno que no pasará nunca; y Su Reino es uno que nunca será destruido. [62]”. (Da 7:13,14.)
La propia profecía de Yahoshúa, en la que aparece la referencia a “los tiempos de las naciones”, es muy factible que tenga que ver con ese ejercicio de dominación mundial como el rey escogido de Abba, el heredero de la dinastía davídica que nos deja ver el capítulo 7 de Daniel. (Mt 24:30, 31; 25:31-34; Lu 21:27- 31,36.) De este modo, el tronco simbólico habría de brotar nuevamente en el reino del Hijo del Hombre Yahoshúa. (Sl 89:27, 35-37.)
Diego Ascunze en sus notas sobre este reino dice: El Reino de Yahshúa en la tierra (Milenio, Atid Lavoh),
Es significativo que la Biblia, especialmente el libro del Daniel, represente la dominación mundial por las potencias gentiles mediante bestias que se hallan en oposición al pueblo santo de Elohím y su “Príncipe de príncipes”. (Compárese con Da 7:2-8, 12, 17-26; 8:3-12, 20-25; Apocalipsis 11:7; 13:1-11; 17:7-14.)
Los lexicógrafos dicen que la palabra “tiempos” (del arameo ‛id·dán) se usa en la profecía de Daniel con el significado de “años”. (Véase Lexicon in Veteris Testamenti Libros, de L. Koehler y W. Baumgartner, Leiden, 1958, pág. 1106; A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament, de Brown, Driver y Briggs, 1980, pág. 1105; Lexicon Linguae Aramaicae Veteris Testamenti, edición de E. Vogt, Roma, 1971, pág. 124.) La duración de un año en el cómputo babilónico y judío, corresponde a años lunares de 360 días. Para que los años lunares pudieran ajustarse a los solares lo que se hacía era que cada 19 años se añadía 7 veces un mes decimotercero de 29 días.
Sin embargo tenemos que decir, con toda honestidad, que para proporcionar un segundo cumplimiento a la visión del árbol que no fuese la que Daniel mismo interpreta en la figura de Nabucodonosor, el mismo capítulo de Daniel 4 debería encontrarse indicios escatológicos, como por ejemplo los que si aparecen en Daniel 7:2 o Daniel 8:16 y 17. Sin embargo, no tenemos tales indicios en esta visión del árbol tan solo la finalidad por la que se da la visión que era la de humillar a Nabudonosor y hacer ver a la humanidad que hay un Soberano Universal por encima de los gobiernos terrestres que puede destronar y poner reyes para que su Plan se lleve a cabo a plenitud.
Por otra parte si pretendemos darle una segunda interpretación escatológica a la visión del árbol, que originalmente representó al imperio neo-babilónico en las manos de Nabucodonosor, entonces podríamos computar los siete tiempos no como nos dicen los lexicógrafos, en el sentido de años lunares literales, sino a la manera bíblica del simbólico número “7”, y entonces tenemos que decir que la gobernación humana gentil sobre toda la tierra, transcurre por un periodo “indeterminado” pero que es en todo sentido “completo” por determinación divina finalizando cuando “el tiempo es favorable” para la instauración en la Tierra del Reino mesiánico en manos de Yahoshúa haMashiaj. Si esto es así, entonces también tendríamos armonía interpretativa con el capítulo 2 de la imagen colosal simbólica de las potencias gentiles sobre la Tierra, cuya duración está indeterminada al menos en la parte final de la imagen, es decir, los pies de barro y hierro mezclado. Además si supiéramos la duración de la dominación gentil sobre lo que representa Jerusalén también sabríamos cuando vendría el fin y como Yahoshúa indicó eso nadie lo sabe solo el “Padre” y no nos toca a nosotros saber los “tiempos y sazones” que el Padre ha dejado a su jurisdicción.
De todos modos, es muy aventurado decir que Yahoshúa quiso decir que los “tiempos de los gentiles” estaban ya “señalados” en el capítulo 4 de Daniel y que estaban ya sucediendo en aquel mismo instante del “pisoteo” de Jerusalén. No se puede dogmatizar que Yahoshúa en Lucas 21 se refiera a los “siete tiempos” de locura de Nabucodonosor ni a una segunda aplicación de la susodicha visión del árbol. Tanto en Lucas como en Mateo Yahoshúa alude no a este capítulo 4º sino al cumplimiento del capítulo 11:31 primeramente en las tropas de Roma invadiendo el lugar sagrado del Templo de Jerusalén y posteriormente aplicando a la gran tribulación para el pueblo de Israel según nos indica el capítulo 21:1 de Daniel.
Especulaciones de los grupos milenaristas
Algunos adventistas y estudiosos sinceros de las Escrituras de siglos pasados hicieron muchas indagaciones y también les añadieron especulaciones y dobles significados proféticos relativos a la duración de los “siete tiempos” de Daniel y les aplicaron la cita de Yahoshúa en Lucas 21 señalando una correspondencia con los “tiempos de los gentiles”, aunque nada hay por ahora que nos indique bíblicamente que debamos aplicar esta cita de Lucas 21: 24 al contexto general de Daniel 4. De todos modos, es interesante saber cómo llegaron a dichas conclusiones.
En principio se estimó que los siete tiempos de los que hablaba Daniel equivalían a siete años; pero, no a siete años solares de 365,25 días, sino a siete años proféticos de 360 días cada uno. De aquí parte todo el asunto. Se trata en principio de 7 años proféticos de 360 días, lo que supone 2.520 días (7 x 360). Si se hubieran aplicado 7 tiempos a años solares serían 2.557 días en números redondos (7×365,).
Distinguimos, pues, entre años solares o comunes y años proféticos. La profecía de Daniel de los siete tiempos comenzó a interpretarse como de siete años proféticos.
Ahora bien, algunos de estos adventistas sinceros que decían entender los escritos bíblicos a finales del siglo XIX, se dedicaron a especular sobre los siete tiempos de Daniel, a los 2.520 días proféticos de que constaban los siete tiempos les aplicaron la regla de “un día por un año”, según deducían de los textos bíblicos de los libros de Números 14:34 y Ezequiel 4:6, textos que nada tienen que ver con las profecías de Daniel. De esta manera los 2.520 días proféticos se convirtieron en 2.520 años; pero, ¿son años proféticos de 360 días o se trata de años solares de 365,25 días? Porque si se han comenzado a contar los siete tiempos de Daniel como años proféticos, es de ciencia y razón continuar la operación con años proféticos.
Pero se evidencia que no ha sido así, se contaron en principio los siete tiempos como años proféticos y, al elevar los días resultantes a años, es decir, los 2.520 días proféticos a 2.520 años, resulta que éstos últimos los contaron como años solares de 365,25 días y no como años proféticos de 360 días. Así, pues, los siete tiempos proféticos que supuestamente deberían ser 2.520 años proféticos, se convirtieron, por un involuntario error de apreciación, en 2.520 años solares. Y, al aplicarse 2.520 años solares, que no proféticos, al año 607 AEC. -año que se cree fue la desolación de Judá contando 70 años atrás desde el decreto de liberación de Ciro- 537 AEC-, se llegó al año en nuestro calendario actual del 1914 EC.
Creo que es del todo más honesto concentrarse a estudiar diligentemente las Escrituras y de manera muy especial el Tanaj imparcialmente y bajo oración y la ayuda inestimable del Rúaj ha Kodesh, antes de lanzarse a aplicar profecías de tanta trascendencia. Hagamos las cuentas pertinentes, partiendo del supuesto de que los siete tiempos comenzaron en 607 AEC., ya tenemos establecido que siete tiempos son siete años proféticos. Y también tenemos establecido o aceptado que los siete años proféticos son 2.520 días proféticos. Incluso aceptamos la sugerencia de que los 2.520 días proféticos son 2.520 años, que por lógica deberían ser proféticos, pero que un malentendido los ha interpretado como años solares. Hemos de corregir, pues, el entuerto y averiguar en primer lugar cuántos años solares son 2.520 años proféticos.
El cómputo es muy sencillo. Primeramente hemos de calcular los días proféticos que contienen 2.520 años solares. Para ello multiplicamos 2.520 años por 360 días y obtenemos el producto de 907.200 días proféticos (2.520 x 360). Seguidamente dividimos esos 907.200 días proféticos entre los 365,25 días del año solar, al objeto de saber el número de años solares a que equivalen y, redondeando a la unidad superior, obtenemos el cociente de 2.484 años solares (907.200/365,25). Así que 2.520 años proféticos equivalen a 2.484 años solares o comunes. Ahora sí, ya establecidos los años solares a que equivalen los 2.520 años proféticos, podemos seguir operando. Si aplicamos el comienzo de los 2.484 años solares al 607 AEC., llegamos al año 1878 de nuestra era común, es decir, 36 años antes de 1914 EC. ¿Es tal cálculo corregido motivo para asegurar que en ese año de 1878 comenzó el reinado del Mesías Yahoshúa ben David sobre Jerusalén? Pero si la destrucción de Jerusalén se cuenta en el 587 AEC., es decir, tal y como opina la mayoría de los eruditos e historiadores, obtenemos el año 1898 EC., como el del final de los siete tiempos proféticos, también bastante adelantado al de 1914 EC.
Procedamos de otro hipotético modo, esta vez con años solares desde el principio. Imaginemos que los siete tiempos son siete años solares, con lo que obtenemos 2.557 días redondeados. Si a éstos les aplicamos la regla de “un día por un año”, alcanzamos 2.557 años solares. Y aplicando el producto al 607 AEC., llegamos al año 1951 EC Y, si la destrucción de Jerusalén aconteció en 587 AEC, contamos veinte años más y alcanzamos el 1971 EC. ¿Quiere esto decir que los predicadores milleristas y adventistas, se precipitaron en los cálculos y los siete tiempos de Daniel 4 no terminaron hasta varios decenios después de lo que anunciaron?
Pero si hubiera que buscar una aplicación literal y más realista de cuándo comenzaron los siete tiempos, no cabe duda de que éstos principiarían en los últimos años del reinado de Nabucodonosor, que es cuando el profeta Daniel le habló de los siete tiempos que habría de experimentar el propio rey tras haberse vanagloriado de lo mucho que había hecho por Babilonia. Por tanto, y dado que la historia demuestra que Nabucodonosor ascendió al trono en el 605 AEC., los siete tiempos habría que contarlos lógicamente a partir de los últimos años de su reinado, que duró un total de 43, hasta el 562 AEC., en que le sucedió su hijo Evil Merodac o Amel Marduk, quien solamente reinó durante dos años.
Una persona inteligente no puede, sin sopesar las consecuencias, construir el edificio de su vida sobre el fundamento de tal o cual fecha y mucho menos entregarse a la especulación humana, por sincera que sea o pueda parecer. Quien acepta y acata sin someter al escrutinio de las Escrituras y de la razón cuanto le dicen, se expone a ser esclavo de las creencias de otros y a regir su vida por las reglas no bíblicas que le son impuestas. Debemos tomar como ejemplo a los judíos de la sinagoga de Berea a quien Pablo les predicó la Buena Nueva, ellos indagaban en el Tanaj inspirado para comprobar si lo que le estaban diciendo estaba conforme a lo delineado en las Escrituras o no. Hch 17:11.
Con todo no negamos que debemos estar vigilantes a la señal bíblica de su venida que marcara el período del desenlace final donde el Mashiaj vendrá con poder para juzgar a las naciones con cetro de hierro. Las señales de los tiempos de su venida que predijo el Mashiaj Yahoshúa marcaran categóricamente que estaremos en la etapa final en los “últimos días de este sistema satánico gobernado por los gentiles ” y es acertado tomar las medidas oportunas para la supervivencia mediante fe en el sacrificio redentor mesiánico y obrar con la fe de Abraham en las Promesas divinas confiando plenamente en la llegada del Reino Milenario Mesiánico de Yahoshúa.